Punch. RELATO CORTO (+18)
PUNCH
Historia basada en el personaje histórico Mark
Lemon (Londres 30 de noviembre de 1809 - Crawley, 23 de mayo de 1870), fue un
escritor, periodista y actor británico, editor del semanario humorístico Punch
Noches de Ron
He estado
bebiendo de este misma copa de ron durante un par de horas, la he levantado un
par de veces, solo basta que alguien grite algo absurdo, me cuesta creer cómo
es que aún sigo levantando la copa, bebiendo de ella, estoy embriagado hasta la
punta de los pies, ya empiezo a ver doble, a escuchar risas inexistentes en mi
cabeza; veo el tic tac del reloj cucú en la pared arriba de la barra, ¿estoy en
un burdel acaso? Mujeres agraciadas se me acercan… ¡Joder! Ellas deben de estar
más ebrias y desesperadas de lo que yo puedo estar.
Mira que
acercarse a un tipo como yo, digo no es por menospreciarme pero en estos
momentos no estoy de muy buena pinta, creo yo, ebrio con barba larga, casi me
llega a tocar el pecho; llevo un chaleco marrón, con cuerdas que lo mantienen
sujeto por el centro de mi abdomen, si es que aún lo conservo, no soy un tipo
delgado como hace unos meses, sinceramente me encuentro engordado un poco, cosa
que tal vez pueda ser que me parezca así por culpa de mis notables cachetes
regordetes, muy al estilo de los que suelen tener los bebes al nacer. Mi
pantalón de cuero negro hace conjunto con mi camisa de manga larga que alguna
vez fue blanca.
En pocas
palabras no soy el tipo de hombre con las que todas las mujeres de un bar
quisieran emborracharse y llegar a la cama para tener una noche de sexo
salvaje, no soy más que un tipo, de eso que llegan y se van solos. No tengo
familia, ni casa estable; mi única compañía es mi gato negro de ojos naranja,
al que suelo llamar Miles. Por cierto ¿Dónde diablos se ha metido el maldito?
Sea donde esté, espero que se le encuentre bien, porque al parecer esta noche
no necesitaré de su compañía para calentarme un poco en las calles.
—Venga ya, ¿no
crees que has bebido suficiente está noche?— Me pregunta la mujer de cabellos
rubios y labios carnosos, pintados de un color carmesí, sus pechos son
notablemente atrayentes para cualquier hombre, sobre todo si osa ponerlos a la
vista de todos con ese corsé tan estrecho. Valla que esta mujer me pone de
buenas.
—Eso creo, no es
asunto tuyo—Le contesto levantando una vez más la copa apenas cae una gota de
ron en mis labios.
La mujer con su
fría, pequeña, suave y delicada mano me toma la barbilla y me hace girar para
quedar a poco o mejor dicho a nada de sus labios, ¡Vaya que son hermosos!
—Dicen que el
ron puede provocar que nuestro amiguito—Se detiene un poco y baja su mano poco
a poco de la barbilla a mi pecho y va bajando más, hasta llegar a mi sexo, el
cual toma con delicadeza sin quitarme la mirada de encima, se muerde el labio
inferir, ¡Se muerde el labio inferior! ¡JODER!—…—ríe un poco y yo no puedo
estar más excitado.
—Ven, sígueme.
Y yo le sigo,
estoy tan ebrio que me ha costado trabajo ponerme de pie, camino detrás
mirándola por momentos, su atrayente trasero, ¡espectacular! ¡Esta noche tendré
ese trasero entre mis manos! ¿Quién no se montaría con esta mujer un buen
polvo? Espero que Miles encuentre alguna gatita como la que me he conseguido yo
esta noche.
Llegamos a una
de las recámaras del burdel, que se encuentran en la parte de arriba del lugar,
el pasillo es algo largo con un total de tres recámaras, dos al frente de las
escaleras y una a lado. Las puertas son de madera, en las paredes hay
diferentes pinturas que no comprendo al momento. Máquinas con engranes en todas
partes, es un cubo de metal y en esos engranes hay lo que a lo lejos parecen
ser hormigas pero en realidad son humanos con extremidades mecánicas. Parecen demonios
de metal. ¡Es un horror! Mi mente vaga un poco pero después retoma el rumbo de
los acontecimientos.
Casi sin darme
cuenta, la chica entró a la recámara, se recostó en la cama de una manera sexy,
me dedicó una mirada seductora, una mirada traviesa… con su dedo índice me
invitó a entrar, a despojarme de la ropa lo antes posible; con su corsé
ajustado solo lograba ponerme más caliente. Entré y en cuestión de segundos me
quedé en calzoncillos, entré a la cama como cuando Miles asecha algún grillo en
el campo, cauteloso y decidido. Risas suaves y traviesas, excitación al cien. Y
un cuarto por el cual no he pagado. ¡Esta noche, es mi noche!
—Me han contado
que eres todo un periodista; dime, todo lo que pase esta noche, quedará entre
nosotros dos o ¿lo encontraré en un par de días en el periódico?
—Te aseguro que
no pasará eso, al menos no lo publicaré en el periódico, pero no te prometo que
este momento sirva para Punch—Le conteste para después besarle los labios, ella
accede por unos segundos pero después me aleja del suave sabor a fresa de ellos.
—¿El Punch? —Me
pregunta con curiosidad.
—Un proyecto en
el que trabajo, nada importante—Le digo y vuelvo insistir en terminar lo que aún
no hemos comenzado, apenas y hemos calentado un poco y creo que el ron no tarda
en hacerle efecto a mi miembro— ¿Continuamos con lo que estábamos haciendo?
—También me han
dicho que eres un gran comediante e imitador—¡Demonios! La mujer no puede ser
más curiosa en otro momento, mira que presentarse tan facilota, muy guarra para
después hacerse la difícil y dejar a uno con la notoria felicidad entre las
piernas, ¡hay que ser puta!
—¿De qué va
esto?, ¿Quieres mi biografía o quieres montártela conmigo?—Digo con tono de
disgusto pero faltaba más, ¡joder! !Que siento que mi miembro está a punto de
salir con tal ferocidad que romperá mis calzoncillos!
—Vale que soy
curiosa…—Su voz es tierna que me da pena pensar en ella como un ser que me
brinde placer sexual.
—Venga ya, soy
Mark Lemon, cosa que ya debes de saber, periodista, comediante y escritor,
nacido en Londres, soltero, sin hijos y ¡con unas ganas de ponerte en cuatro!
La mujer ríe y
vuelve a morderse el labio, ¡por dios! ¡Que pare ya, que no podré contener mi deseo de placer carnal! Le beso de nuevo y
ella vuelve a alejarme ¡Venga ya, que si es puta!
La miro mientras
ella calla con cierta travesura y misterio, esa hija de ramera sabe lo que
hace, sabe que mi miembro está erecto a más no poder, ¡que hasta a mi me da
miedo! Su mirada recorre todo mi cuerpo semidesnudo, sé que no soy un tipo de
grandiosa belleza pero ¡venga ya que no soy un perro sarnoso! Que si en este
momento le da por coger de una buena ves yo le ofreceré todas las energías
posibles de mi ser y todas las posturas que la imaginación nos brinde, ¡Que no
puedo más! ¡Que estoy al tope!
Esa sonrisa,
esos ojos, ese cuerpo, ¡por favor! Hay silencio entre los dos; en ese momento
noto que los vecinos de alado se la están pasando de lo mejor, los jadeos del
hombre se escuchan por todo el lugar y ni se diga de los gemidos de la mujer.
Diablos aquel hombre ha de estar gozando del sexo como ningún hombre. No pasa
mucho tiempo para que mi mente empiece a volar creando una escena erótica, de
la cual yo estoy deseando participar.
—Y bien, ¿no
preguntarás mi nombre?—Me dice al fin y en realidad su nombre es lo que menos
me interesa, lo único que yo quiero es entrar en ella. Pero supongo que si no
le sigo el rollo jamás podré hacerla mía.
—Bien, ¿cuál
es?—Preguntó dando ya por muerto el deseo de mi miembro que ha perdido poco a
poco la fe, empiezo a creer que ha muerto.
—Anabel. Soy prostituta
y vivo con mis padres, aunque claro ellos no saben que me dedico a esto. —Se
ruboriza un poco y después calla, por fin, aunque me queda la sensación de que
quería seguir platicándome de su vida.
—Bien Anabel —Me
doy una pausa para respirar profundo y rezar un poco por que esta noche me
acueste con ella— ¿Alguna otra cosa?
Anabel ríe en
silencio, y vamos de nuevo con esa postura traviesa y de gran sensualidad, creo
que mi miembro empieza a resucitar, ¡esto es un milagro! Ella pasa sus manos
por detrás, empieza a bajar el cierre de su corsé. Sus pechos parecen alivianados,
en espera a que los tome entre mis manos y los moldee tal masa para pan. No
termina de bajar el cierre para pasar a su nuca, poco a poco notó que aquel
cabello rubio es solo una peluca y por un segundo deseo que no esté calva, eso
mataría de nuevo el deseo y a mi miembro que apenas se va reponiendo de la
larga espera. No lo está, mi miembro no ha muerto, al contrario se le ve mejor,
está más que mejor está como nuevo, como el de un jovenzuelo descubriendo que
no solo le sirve para mear.
Mi miembro se ha
puesta como asta de bandera, es como si pasara por mi primera vez de nuevo; recuerdo
que la primera vez que me enrollé con una mujer, fue a los dieciséis con la tía
de mi mejor amigo del colegio. Aquella mujer era pelirroja y aunque era un poco
mayor que yo (diez años mayor), sabía muy bien lo que me hacía feliz, sabía de
mis fantasías que solo mi muñeca derecha conocía y desde aquel entonces me
ponía a tope con las pelirrojas y Anabel era pelirroja, cosa que hacía que mi sexo
y yo la deseáramos más. Es que acaso ¿no podía ser más perfecta la ocasión?
Trague saliva
atónito, tratando de no hacer más notable que en ese momento babeaba cual perro
vagabundo, deseoso de un trozo de carne, en el momento en que su cabello
pelirrojo caía sobre sus hombros, yo no podía ser más que ello, un animal
salvaje deseoso de esa carne que por tanto tiempo me han negado; ya había
pasado más de media hora desde que ella posó sus manos en mi amigo, ahora
erecto.
Me acerque
nuevamente, como Miles lo haría, la tomé de la cintura y la coloqué sobre mis
piernas, aun en calzoncillos; Anabel sonrío al sentir la dureza de mi entrepierna.
Era el momento, la besé una vez más para después ir bajando por su mentón,
cuello y pechos. ¡Santo dios! ¡Sus pechos! Mis manos se encaminaron como
serpientes subiendo desde su cintura en dirección a esos grandes y firmes
pechos semidesnudos, tan solo cubiertos por el corsé. Las manos de Anabel estaban
posadas en mis hombros rodeándome el cuello, pronto el avance de mis caricias y
la proximidad de mis labios a sus senos, me tomaron de los cabellos y su mano
izquierda bajo por mi espalda.
— ¡Espera!—dijo
casi deseosa de no haber nunca abierto la boca—Quítate toda la ropa, iré por
algo que te gustará.
Menos mal que
esto no se iba detener, me desnude al fin. Vi mi miembro deslumbrante, listo
para la batalla que estaba por comenzar.
—Es nuestra
noche amigo, ¡prepárate!—Le susurro, me acuesto, veo el techo que contiene una
vela colgante que me alumbra entre las sombras, veo a Anabel regresar con las
manos en la espalda, me muestra la derecha en la cual trae una venda negra y
luego me muestra la izquierda en la que puedo ver un par de cuerdas.
Por dios ella se
recuesta desnuda sobre mi cuerpo, puedo sentir el rose de nuestros sexos, puedo
sentir su vientre estar separado del mío por mi firme miembro, puedo sentir su
aliento, siento su busto en mi pecho, su respiración en mi cuello mientras me
besa y luego… me tiene sometido, pasa las cuerdas por mi muñeca y me amarra a
la cama.
— ¿Me atarás?
Pero si tú eres la que mató a mi miembro con tantas largas—Le susurro.
—Pero por lo
visto lo he revivido—me contesta audaz, lo cual me ocasiona una sonrisa, sea lo
que sea que tenga preparado, ya estoy deseoso de hacerlo.
Me venda los
ojos, me besa por todos lados, mientras sus manos masajean mi miembro, son
delicadas y suaves, puedo notar como se deslizan por él, de arriba a abajo, no
va muy rápido pero tampoco muy lento, sus besos en mi cuello, hombros, axilas,
pecho, abdomen y vientre son lo más erótico que puedo sentir; se detiene, por
un segundo lo sé, estoy vulnerable. En en este preciso momento puede apuñalarme
de frente, yo no podré defenderme; no es así, no desea matarme, no de esa
manera, en cambio, lo hace.
Toma mi miembro
con firmeza y lo introduce entre sus labios… he muerto de placer. Mientras lo
mantiene en sus labios, puedo sentir su otra mano deslizarse por debajo de mi pene,
toca mis bolas con suavidad, espero que no decida golpearlas, es tan excitante
sentir como las juega, sentir su calor, sentir su deseo. Tiempo después de que
deje de besar mi miembro me ayuda a incorporarme un poco, me he sentado, aún
vendado, ella se sienta entre mis piernas, siento su mano tomar mi miembro e
introducirlo en ella. ¡Dios mío! Ella es tan dulce y cálida pero con un deseo
salvaje sexual. Me cabalga por largo rato, sus manos me rodean y sus labios no
se logran separar por mucho de los míos, soltamos jadeos de placer, creo que
los vecinos de alado se han quedado mudos de tanta excitación, que seguramente
logran escuchar del otro lado de la pared. Al final termino por corredme dentro
de ella.
Al despertar
notó que aún estoy atado pero la venda ha desaparecido. Anabel ya no está en el
lugar, ni su ropa, ni rastro de ella, solo el olor que dejó impregnando en mí.
Pasan los minutos mientas trato de lograr zafarme de las cuerdas, es imposible,
necesitaré ayuda, aún estoy desnudo, mi miembro está despierto como cada
mañana, tendré que esperar para poder gritar por ayuda. El lugar está en
completo silencio y me preguntó, ¿dónde estarán las demás putas del burdel?
Pronto el silencio se rompe cuando oigo un grito que viene de afuera; no logro
distinguir qué es lo que ha dicho la mujer que ha gritado, pero a juzgar por cómo
lo ha hecho, algo malo ha pasado. Unos pasos se acercan, son rápidos al menos
son dos pares de pies los que he oído, cuando menos me lo espero la puerta se
abre de golpe, ahí me encuentra un policía que me ve como si fuese un asesino,
eso o me ve de tal forma porque estoy desnudo. El policía entra de inmediato,
no sin antes avisar a su compañero. El policía me toma de la barbilla casi sin
importarle mi desnudes.
— ¿Quién eres?—me
pregunta con rabia.
—Marck Lemon,
¿Sucede algo señor policía?—pregunto, el policía me ve con más rareza de la
común.
—Me sorprenda
que no lo sepa—dice en tono serio— Han asesinado a todas las prostitutas y sus
acompañantes.
— ¿Cómo dice?—es
imposible, si lo hubieran cometido asesinato ¡habría escuchado gritos o algo!
—Es una suerte
que usted siga vivo—dice reafirmando el hecho del asesinato— Pero por desgracia
usted es el principal sospechoso por ahora.
¿Principal sospechoso?
Es imposible, apenas pude acostarme con Anabel, estaba atado, ¿cómo podría yo
matar a todas las prostitutas, amanecer atado y haber olvidado los actos de
asesinato? IMPOSIBLE.
—Vístase y
síganos, está detenido—. Me ordena mientras con ayuda de una navaja me suelta
de mis ataduras y trato de obedecerle pero mi ropa ha desaparecido por completo
de la habitación.
—No está mi
ropa, ¡me han robado!—grito al aire, solo ocasionó que el policía me tomé por
el hombro, me cubra con la sábana de la cama para después hacerme salir por la
fuerza de la habitación; es cuando comienzo a captar el olor a peste del
pasillo, hay sangre por todos lados incluso en la pintura de los humanos con
extremidades mecánicas.
Todo el lugar
tiene impregnada la esencia única de un genocidio, no logro entender cómo no me
di cuenta de esto, sobretodo surge una duda en mí… Si el asesino, fuese quien
fuese, mató a todos en el lugar, ¿por qué decidió dejarme vivir?
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