UN INCOMPRENDIDO DAN || CAPITULO 1 || LAS DAMAS DE HONOR
Dan
La recamara estaba hecha un lio, la ropa tirada y zapatos
esparcidos por el cuarto, eso sin contar los variados objetos que había tirado
o dejado botado sin menor preocupación por ellos la noche anterior el chico de
cabellos cortos, gafas, sonrisa fácil, sarcástico y exitoso cineasta en pleno
apogeo no pensó en terminar desnudo en una cama con dos mujeres (había pensado
amanecer con más de tres) despertó con un dolor insoportable de cabeza, eso y
el dolor de encontrar en el pecho y espalda varios arañazos. Miro a su
alrededor y se asombró victoriosos de su logro, una de las chicas estaba a su
lado con el cuerpo desnudo y resplandeciente gracias al haz de luz que se
colaba por el marco de las ventana entre abierta, la otra chica se encontraba a
los pies, desnuda también pero no del todo resplandeciente, pues digamos que a
los ojos del joven hay tres tipos de mujeres: 1) las mujeres que lucen hermosas
todo el tiempo, 2) las que suele verse bellas después de unas copas y 3) las
mujeres que ni con todo el alcohol del mundo podrían verse hermosas aunque
tuviesen un cuerpo descomunal. La chica pertenecía al tercer tipo.
Destapó su cuerpo (o lo poco que había
quedad cubierto por la sabanas durante la noche) y se colocó al borde de la
cama, miro a su alrededor tratando de enfocar un poco su mirada en lo que
esperaba a que su cerebro reaccionara. Miro la ropa expandida por todo el
cuarto, busco la que supuso era suya, a su alrededor encontró los vestidos de
las chicas, ambos vestido color rosa mexicano. Su esmoquin se encontraba al
fondo, muy cerca de la puerta. Al parecer no había llegado vestido a la cama.
Se puso de pie entre tambaleo como si fuese un bebe dando sus primeros pasos.
Tomo le pantalón con la esperanza de encontrar sus boxers en ellos pero no fue
así, camino otro tanto por la recamar tratando de hacer el menor ruido posible.
Encontró su ropa interior al borde de la ventana intento tomarlos pero tropezó
con una de las zapatillas de las chicas haciendo que los boxers negros cayeran
a la acera.
— ¡Joder! - se quejó mientras se
asomaba a la ventana, el aire le calo la piel y los hueso.
Se puso los pantalones y salió del
cuarto, busco su camisa, chaleco y saco olvidándose por completo de la corbata.
Se puso todo tan deprisa que los botones de la camisa habían quedado en desorden.
Tomo el resto de sus cosas, bajo las escaleras del edificio con rapidez con un
poco de suerte encontraría aun sus boxers en la acera. Salió sin decir nada a
nadie. Corrió por la acera y cogió su ropa, para cuando se dio cuenta no tenía
ni idea donde se encontraba y además el hecho de correr con vestido de esa
forma y sin ropa interior le había incomodado muchísimo que debía de evitar
hacerlo de nuevo. Miro a ambos lados de la calle, la mañana era fría y
solitaria, Observo la hora en su celular y noto las veintisiete llamadas
perdidas, los seis mensajes de voz y unos catorce mensajes de texto. De repente
se sintió la persona más buscada de Madrid. Camino sin rumbo mientras se
disponía a oír los mensajes de voz.
Dan, ¿Dónde estás? Se supone que te vería en el departamento antes de la
boda. No hagas una estupidez el día de hoy.
Aquel primer mensaje era del chico con
quien compartía departamento desde que llego a España.
¡Dan por el amor de Dios! Dime que Isa y Helena no están contigo ¡POR
FAVOR!
Con que así se llaman. Se dijo para si mismo
¡Donde coño te has metido tío! Espero que no entre las piernas de las
damas de honor.
¡Dante Ramírez! Sera mejor que aparezcas con mis damas de honor en este
preciso instante si no te juro que iré por ti y te cortare las bolas!
El joven bajo de inmediato su mano
hasta tocarse el bulto por debajo del pantalón para comprobar que una sus bolas
estuviesen en su lugar
¡Hijo de puta! Mira qu.....
Dan paso de los últimos dos mensajes,
evidentemente había cabreado a la novia de su mejor amigo y el resto era
historia, pero su sonrisa permanecía victoriosa. Maggi nunca fue su favorita
para terminar siendo la mujer de su amigo, ambos se odiaban y de no ser porque Saúl,
siempre se ponía de por medio, seguramente en lugar de boda se hubiera
presenciado un funeral, donde Dan terminaría de nuevo en la cama de las mejores
amigas de Maggi.
A simple vista Dan era un mujeriego,
bebedor y caprichudo joven de treinta dos años quien nunca se ha enamorado de
verdad o al menos eso es lo que el trataba de que los demás vieran de él.
Aunque vivía en España desde hace más de una década, su verdadera nacionalidad
estaba en México. El cual dejo después de ganar una beca para continuar sus
estudios en Asturias de donde una vez terminado su ciclo como estudiante
decidió mudarse con Saúl a Madrid. Desde el primer momento en que piso tierras
europeas decidió que cambiaría todo respecto a lo que él era en México. Se formó
una nueva personalidad. Una personalidad al estilo IRONMAN y no le había ido nada mal hasta el momento.
Durante el último año de la carrera
Dan se topó con la persona correcta quien le daría la oportunidad de
convertirse en la promesa del cine. Y así fue como en poco tiempo se colocó
entre los más reconocidos cineastas y productores de televisión. Logro generar
una gran fortuna gracias a tres películas que habían recusado el tripe de lo
gastado en la producción vendió varios guiones para otras tantas y otro tanto
de su fortuna venia directamente de su padre. A quien por cierto odiaba.
Mientras tomaba el subterráneo Dante
cayo en cuenta de que no podía llegar directamente al departamento donde
seguramente Saúl y Maggi estarían esperándole, le recriminaran sin duda el
fracaso de la boda, después de todo él era el padrino y el encargado de cuidar
el aniño... ¡El aniño! Dante l IRONMAN moderno rebusco en sus pantalones y en
el saco, busco en la camisa y busco una vez más en el pantalón. ¡El aniño había
desaparecido! Mejor dicho, había sido tan descuidado que lo había perdido entre
el transcurso de la noche. El aniño pudo haber significado una vía de escape,
pudo haber sido su salvación ante el diluvio que sin duda se le vendría
enfrente al regresar.
Tranquilo, no es el fin del mundo.
Mira que si los mayas se equivocaron ¿porque la vida se acabaría hoy por un
estúpido aniño? se dijo mientras repasaba los acontecimientos de la noche
anterior. No lo logro.
Para cuando llego al departamento con las fachas que se
cargaba abrió la puerta y camino directamente hasta su cama, cuando llego cayo
directamente boca abajo. No tardo mucho tiempo en oír a su amigo entrar a la
recamara.
Saúl era una de las pocas personas que
a la cual no había hartado con su actitud de niño caprichudo a que todo le salía
bien, aunque seguramente esta última seria la que derramaría la gota del vaso.
El joven era columnista de unos de los más importantes periódicos de Madrid.
Poseía una barba larga y cabellos rizados, cejas pobladas y mirada verdosa.
—¿A qué te las has cogido toda la
noche? — Dijo Saúl al poner el primer pie descalzo en el cuarto de Dan.
— ¡Tío, soy Zeus! El Dios promiscuo
¿Recuerdas?— contesto el joven cineasta.
—¿Porque?
— Porque ¿qué?
—¿Porque precisamente la noche de mi
boda? Es más ni a la noche llegaron ¡Joder que te las has cogido desde las tres
de la tarde! ¡Coño!
—Tenía tiempo sin
"desahogarme"
La respuesta de Dan no le dio ni un
consuelo a Saúl quien puso ojos en blanco mientras cruzaba los brazos tratando
de recordar por que seguía siendo amigo de un gilipollas como aquel. Un segundo
después camino hasta el ropero de donde saco dos maletas y empezó a empacar las
cosas de Dan en ellas.
—¿Pero qué coño haces? — Pregunto Dan
al enterarse de lo que estaba sucediendo a su alrededor
—¡Te salvo la vida! Y de paso ¡la mía!
—¿A qué te refieres?
—Maggi no tardará en llegar, ya nos
has arruinado la boda y todo, y si te encuentra aquí te va castrar y créeme que
no quieres eso, además de que te aseguro de que yo no me opondré esta vez.
—Te lo dije tío, NO HAGAS UNA
ESTUPIDEZ, no me hiciste caso así que afronta la situación. — Saúl tomo aire
mientras meditaba lo que estaba a punto de decir, no había sido una decisión -
Dan tú ya no puedes vivir aquí, necesito que te vayas hoy mismo... y sobre lo
del anillo... — suspiro — olvídalo ¿Sabes? Solo vete.
Dicho esto, salió de la habitación
dejándolo solo en la habitación con la ropa a medio empacar. Dante se quedó
atónito, al parecer ya su suerte empezaba a abandonarle. Sabía perfectamente
que aunque su cometido todo el tiempo había sido arruinar la boda de su
compañero de piso. Maggi seguramente jamás se lo perdonaría y por alguna razón
(Saúl) no había llamado a la policía ni al FBI para que lo buscara y una vez
localizado ejecutarlo de la manera más dolorosa posible. Posiblemente las
torturas medievales como: el toro de bronce del cual uno salía hecho cenizas,
la cuna de judas...de tan solo pensar en esta clase de tortura donde no te
duele por mucho el orgullo si no el orificio por donde... bueno no entremos en
detalles de ello, lo que si podrías se asegurar es que ninguna de ellas sería
rival para lo que la prometida de su amigo tenía preparado para él.
Tenía que
huir por el momento o al menos hasta que a la mujer se le pase el coraje.
Aunque como bien se suele saber es que las mujeres jamás olvidan y Maggi no era
la excepción.
La primera vez que Dante se
encontró con Maggi fue durante su primer año en la carrera, el apenas había
llegado a Asturias. A su llegada como suele pasar se le fue asignado un tutor,
este fue Saúl, quien ya llevaba un año de carrera. Este le mostró la
universidad que desde aquel momento no solo sería el lugar donde se formaría
como cineasta sino que también era su nueva casa. Su nuevo hogar.
Aquel día,
durante el recorrido Dan se fijó en una chica de cabello lacio y negro, ojos
grandes y labios rojos. La chica se encontraba en la explanada central de la
universidad. Platicaba con sus amigas de curso y bebida una malteada de fresa.
Bestia una vestido largo floreado con una zapatillas deportivas rosas. Ambos
cruzaron por un momento miradas y eso basto para que el recién llegado se
animara a hacerle la plática. Así que sin pensarlo se paró en seco, pasó del
recorrido y de Saúl y fue directamente hasta ella. Camino con porte de galán de
telenovela, aquella postura que había practicado tantas veces durante sus años
de bachillerato. Mirada arriba y llena de confianza, reafirmando con una
sonrisa coqueta y de cierto modo discreta. La sensualidad de una sonrisa
blanca. A paso firme llego hasta donde se encontraba ella. La miro fijamente a
los ojos negros de la chica. Le sonrió aún más y después se aclaró la garganta.
— ¿Podría
decirme usted si es que me encuentro en el cielo? — Maggi se ruborizo por un
momento mientras le dirigía una mirada nerviosa a sus amigas. Soltó una pequeña
risa mientras intentaba buscar una respuesta que no la hiciera parecer una
chica más que se a pantalla ante un chico seguro y directo como él.
Dante no
era el más guapo del mundo como para poder lograr conquistar a las chicas con
tanta facilidad pero si algo había aprendido antes de viajar a Europa es que no
necesita ser el espécimen perfecto lleno de testosterona, músculos, ojos azules
y cabello rubio para lograr ser el "príncipe" que toda mujer busca en
su vida. Dan no es para nada un príncipe, en ninguno de los sentidos posibles,
es más bien el típico patán que solo buscan un acostarse con la primera mujer
que cayera rendida a sus pies. Dan lo único que había aprendido para lograr tal
efecto era saber actuar como el hombre perfecto.
— ¿El
cielo? Dudo que tíos como tu vallan al cielo. — La respuesta de la chica causo
en Dan cierto tambaleo en las ideas. Usualmente las chicas se ruborizaban y
reían dejando que él siguiera la plática. Sin duda debería de cambiar un poco
su primer plan por que 1) las chicas como ella suelen fingir no estar
interesadas pero en realidad están más que interesadas y 2) él no se iba a dar
por rendido.
— Entonces,
según tu ¿A dónde van los tíos como yo? - Tajada perfecta. Si la contestación
de Maggi había sido pura finta y realmente no tenía nada más con que defenderse
él podría asegurar la partida.
—Tu dime,
no te conozco de nada y seguramente eres de aquellos que creen que una sonrisa
perfecta y la actitud de galán lo son todo para asegurar tener a la chica que
quieran entre sus piernas.
— ¿Crees
que soy todo un galán? - Dicho esto sus miradas se cruzaron y Dan aprovecho
para sonreír aún más y dedicarle una sonrisa coqueta.
La mira que
Dan tenia no era la más perfecta del mundo, obviamente, pero sin duda sus ojos
marrón claro y las cuentas de sus ojos, formaron la ilusión perfecta entre un
encantador niño de ocho años y un hombre seguro de sí mismo. Algo que a la
chica le atraía de cualquier hombre.
Maggi, la
mujer de los planes a futuro. Ella como cualquier chica había soñado con un
príncipe durante su infancia, aquel hombre que llegaría a presentarse con toda
la actitud de un gladiador, con la mirada llena de sueños que compartiría con
ella, con deseos de amarla y respetarla, con un cuerpo espectacular, digno de
un modelo de revista y sonrisa perfecta. Para fortuna de ella, Dante no se
acercaba a tener un cuerpo atlético, pero al menos estaba en forma, si no de lo
contrario ella habría caído rendida a sus pies más fácilmente. Pero antes de
darle una oportunidad de escurrirse por debajo de sus sabanas él debería pasar
la prueba de fuego. Una prueba que ella misma les aplicaba a todos los chicos
que la pretendían. Aunque realmente la dichos aprueba jamás había sido usada en
el pasado, así que seguramente ni ella misma sabría cómo evaluar la situación.
El primer
paso de la prueba era ver que tanta importancia le daría a ella, si es que se
esforzaría por continuar conquistándola aun cuando ella ya se mostrara
desinteresara en lo absoluto.
— No te
considero nada.
—Pues
deberías considerarme. —Dan se tomó la libertad de desviar su mirada hacia las
demás chicas, sin pensarlo les sonrió — Chicas ¿me permiten seguir esta platica
a solas?
Ellas se
ruborizaron y de inmediato soltaron risas nerviosas y se dieron a la fuga.
Maggi torció una sonrisa que desapareció de inmediato. Dan no era el mejor
partido hasta ahora en su vida pero parecía dispuesto a serlo y eso a ella le
gustaba.
— No quiero
parecer un patán — Dan empezaba a usar su arma mortal, aquella con la que había
nacido y dotado de una gran habilidad para su uso. La mentira. — Pero realmente
no puedo evitar dejar de mirarte, es por eso que me he acercado a ti, eres
hermosa en verdad y no me molestaría (Si es que a ti no te molesta claro)
conocerte mejor. ¿Te gusta bailar?
Las fibras
del cuerpo de la chica vibrar, retumbaron como las cuerda de una guitarra, se
desplazaron y volvieron a su lugar de origen. Y como no, el baile es una de las
cualidades que toda mujer busca en un hombre. No en vano existe aquel dicho: Si
sabe moverse en la pista, sabe moverse en la cama.
—Decirme
que no eres un patán, solo denota que en realidad lo eres. Y si me gusta el
baile
—
¡Perfecto! Vamos a bailar y te demostrare que no soy el patán que tú crees. ¿Qué
dices?
— ¿Si
acepto, me dejaras en paz de una buena vez?
— Solo si
después del baile aun deseas que te deje en paz.
Años atrás jamás
se habría comprometido en invitar a una chica a algún baile o aceptar bailar,
simplemente es una acción que a Dan nunca aceptaba con gusto. Pero esos días
habían quedado atrás, ahora era otro. Ya no era el antes, aquel que deseaba
dejar sepultado tres metros bajo la tierra. El nuevo y el viejo Dan era el
mismo. Ambos formaban un todo y un nada. Por un lado el chico de antes era
soñador y tenaz. El Dante de ahora era terco, astuto y mentiroso, una mente
maestra para planear jugadas audaces con el único fin de llegar hasta sus metas
más oscuras. Hasta a él mismo le sorprendió al inicio darse cuenta del gran
cambio que había dado, pero no le molesto o le perturbo al contrario, le
encanto.
—Y bien,
¿Me dirás tu nombre? — Soltó la chica antes de huir del lugar - Digo, al menos
quiero saber con quién iré al bailar hoy en la noche. O acaso ¿Quieres que te
siga llamando Patán?
—Dante,
Dante Ramírez.
La escena de la película el
resplandor de pronto en su mente se visualizó con ligeros cambio, ahora en
lugar de la mujer en la ducha se encontraba Dan, y el hombre con el cuchillo se
había convertido en la encantadora Maggi sádica que está dispuesta a matarlo.
Nada alejado de la realidad que le esperaba. Había hecho la mayor estupidez de
su vida, o al menos la más reciente. Antes de irse de aquel departamento en el
cual había vivido los últimos cinco años de su vida después de la Universidad
en Asturias, donde infinidad de mujeres habían desfilado por el pasillo desde
la puerta hasta su habitación, desde su habitación a la ducha, de la ducha a la
cocina y de la cocina a donde fuese, no importaba el lugar para tener buen
sexo. Para dan, aquellos días habían quedado atrás o al menos lejos de ahí.
Pero no podría irse sin hacerle honor a todos aquellos buenos momentos vividos,
a aquella amistad que había arruinado y sobre todo debería de dar la cara porque
no conforme con acostarse con las damas de honor y dejar plantado a Saúl, sin
anillo de bodas, había perdido este último. Era un completo idiota y no lo
negaría. Tenía que pedir disculpas y enfrentar a la ira de su amigo. Si bien
algo sabia Dan en aquel momento es que el dejar el departamento con la cruda
que se carga no le sería tan difícil, lo peor sería encontrar un lugar donde
pasar la noche. Aunque analizando mejor las cosas eso no sería un problema en
verdad.
Caminar por última vez con las
maletas ya hechas había sido como traer atado los pies a una enorme piedra que
ni cien hombres podrían mover. Dolor o rencor hacia sí mismo, ¿Cómo saberlo?
Ambas parecían oportunos nombres para la piedra, metafóricamente. Hay algo más
difícil que dar la cara para pedir perdón. ¿Pedir perdón? No, espera Dan, el
éxitos cineasta jamás pide perdón. Aquella palabra no entra en su vocabulario.
Antes de viajar a España la utilizaba para todo, era un novato. No sabía nada
de la vida. Pero ahora él era un as en salirse con la suya. Y pedir perdón por
hacerle un favor a su amigo era estúpido. ¿Quién demonios hace eso?
Miro a su alrededor y recordó
aquel primer día en que llego a vivir ahí. Aquel día había sido inolvidable. Lo
había esperado desde hace mucho, su propia independencia. Si bien durante su
formación había sido independiente, esto no se comparaba con la búsqueda y
renta de un departamento afueras de la universidad. Un lugar donde no tenía que
esconderse para acostarse con cuanta chica se le cruzase por el camino. No, jamás
olvidaría aquel día. El sentimiento de victoria ante todas las adversidades.
Había logrado ganarse una beca para estudiar lo que siempre deseo, había
terminado la carrera y era una firme promesa en la industria. Y por aquella
razón Saúl debería de pedirle perdón a él.
Entro a la habitación, sus
pisadas fueron firmes y seguras, lo encontró sentado frente al ordenador y sin
pensarlo ni un segundo más se dispuso a reclamar las disculpas que su amigo le
debía. Aquel chico lo miro y su mirada no era la misma que había conocido
antes, era una mirada cansada, cansada de Dante. Y él lo sabía. Sabía que él
era como un tumor creciente que tarde o temprano mataría a alguien o algo. Lástima
que hasta aquel momento lo entendió. Entendió que como cualquier tumor debería
de ser eliminado lo más pronto posible. Le dolió pensar en lo que había hecho,
le dolió aunque solo un poco. Suspiro y agacho la mirada para pedir perdón por
tanto daño, además aun debía de confesar la peor parte.
— Lo siento he perdido el
anillo — dijo con un susurro —Te pagare lo del anillo.
Después de todo había actuado
mal. Él debía de ser extirpado de la vida de Saúl.
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