Un Incomprendido Desamor || Capitulo 1 || Gas Pimienta
Noviembre 2006
Gas Pimienta
La lámpara de noche estaba
encendida en el escritorio aquella noche, alumbrando claro, el retrato del
nuevo personaje que Eduardo había creado, tan solo cinco minutos antes. Con
chaqueta de cuero y jeans junto con un rostro juvenil y extremadamente
expresivo había creado a Cóndor el
asesino de dragones. Su historia no es muy elaborada, es tan simple como
cualquier otra historia que un chico inexperto podría llegar a imaginar. Cóndor
Jher era el último asesino de dragones, un hechicero inexperto que se niega a
afrontar su destino, el de liberar a su pueblo de las bestias mitológicas que
los gobernaban. Al menos esa era la idea
tan reveladora que Ed había absorbido de uno de sus sueños más recurrentes.
Un mensaje de
texto lo había hecho salir corriendo de su habitación tomando una sudadera de
entre la ropa sucia y bajar las escaleras corriendo, aun cuando su tío le había
advertido infinidad de veces que hacerlo no solo le ocasionaría un accidente,
además claro de hacer un escándalo por toda la casa.
Su tío Julián era sin duda lo más cercano a un padre.
Llevaba viviendo con el desde que lo había expulsado de la escuela primaria por
ser un niño "problemático". Es por eso que su madre había decidido
que lo mejor sería que viviera con su hermano en la ciudad de México, a varios
kilómetros alejado de ella.
—Un día de
estos te vas a partir la cabeza en dos y ten por seguro que ahí estaré yo para
tomar la foto y redactar un artículo para el blog con el título de "inconsciente
accidente, escaleras asesinas"—Le grito desde la cocina su tío con voz
clara y pacífica.
—Como si te
fueran a pagar por ello—Le áspero a su tío cuando llego a él
—Lo harían si
tuviera una foto tuya desangrado y con los sesos de fuera.
—Necesito el
auto—comento con rapidez tomando una manzana del frutero del desayunador.
El tío Julián
se encontraba en calzoncillos y playera sin magas preparando la cena. Café y su
especialidad, crepas de frambuesa y kisses.
Aquella escena
para Eduardo era algo ya común los viernes por las noches.
Su tío era un
aficionado de la cocina experimental y un.... Bueno Ed no tenía claro para ese
momento aun a que se dedicaba su tío para ganarse la vida, eso sin contar el
hecho de escribir artículos para su blog privado donde hablaba de trivialidades
con la esperanza de hacer un mundo mejor... O al menos esa la última razón que
le había dado a su sobrino la última vez que le preguntó el por qué escribía
ese blog. Siempre cambiaba la razón, hasta ahora la más creativa había sido
que, para cuando llegaran los extraterrestres a conquistar la tierra podrían
encontrar en el blog una razón suficiente para no exterminar la raza humana ¿Cómo podrían asesinar a toda una raza sin
antes conocer sus excentricidades individuales y grupales?
—¿El auto?
—Es Dan...
—¿De nuevo ese
chico? ¿Ahora que ha hecho? No, espera, déjame adivinar... Ha grabado a una
pareja de pervertidos en vía pública y ahora quiere hacer un cortometraje
explorando las oscuras y trágicas vidas de los exhibicionistas.
Si algo era
cierto es que, para aquellos días Dan estaba obsesionado con ganar una beca
estudiantil para estudiar cine en Europa y pasaba gran parte del tiempo
buscando la inspiración detrás de su videocámaras. Pero aquella noche no era el
caso.
—Eso sería
menos humillante, esta vez es peor.
Sin decir más
Eduardo le mostró el mensaje de texto que Dan le había enviado minutos antes.
Alana. Fiesta. Gran noche. Ven pronto.
—Recuérdame
por que Dan sigue obsesionado con esa chica, lo ha rechazado ¿cuántas? ¿Unas
quince veces ya?
—En realidad
han sido diecisiete veces.
—Que obstinado.
—Dímelo a mí...
Ed no
admitiría lo siguiente en público, pero tener a Dan como amigo era sinónimo de
verlo fracasar constantemente en sus planes de A, conquistar a la chica de sus
sueños y B, conquistar el mundo cinematográfico.
—Las llaves
están en el dulcero de sala. ¿Te espero para cenar?
Ed lo pensó por un segundo, no
estaba de todo seguro si regresaría a casa temprano aquella noche.
—Quizás, te
escribo.
Las llaves del
auto cambiaban constantemente de lugar en la casa, al igual que la mayoría de las cosas en ella. Ahora por
décima vez en el año se encontraban en el dulcero de la sala frente al
televisor. El tío Julián tenía la idea de que al cambiar constantemente las
cosas de su lugar se deshace uno de las malas energías.
Eduardo abrió
el auto y empezó a conducir hasta la casa de Alana. Durante toda su vida solo
había visitado la casa del amor platónico de Dan un par de veces, antes de que
esta los encontrar espiando desde el auto.
El dibujante jamás
ha culpado a su amigo de perseguir causas perdidas. Por qué sabía que de alguna
u otra forma siempre acabaría por encontrar algo que le obsesionará más. Y así
lo había hecho con muchas cosas más excepto su pasión por el cine y por Alana.
Quizá solo estas dos cosas serían la excepción.
Desde que se habían conocido en
la clase de biología, su relación ha sido de lo más sincera pero Eduardo aún se
guardaba algunas opiniones sobre Dante y no porque no quisiera
ofenderle, simplemente porque sabía que de decirlas terminarían debatiendo hasta
el cansancio o la muerte.
La luz del semáforo
cambio a rojo antes de que el joven ilustrador pudiera cruzar. Era viernes por
la noche y las calles estaban algo básicas. El escenario perfecto para cometer
un crimen pensó Eduardo para sí mismo. A Eduardo siempre le ha gustado imaginar
escenas de crímenes y asesinatos. Y no es porque en el fondo fuera un psicópata
o algo por el estilo, simplemente era uno de sus gustos más excéntricos. La luz
cambio y el auto comenzó a dar marcha cuando apareció una chica en el camino. Eduardo había estado tan metido
en su pensamiento sobre crímenes que fue una suerte que pusiera el alto antes
de llevarse a la chica entre las llantas.
La chica grito
al sentir la a proximidad del auto y cuando este se detuvo le dio una buena
patada a la parte delantera de este.
— ¡Fíjate
idiota!—Le grito al conductor entre enojo y susto
Eduardo salió
del auto en ese momento.
— ¿Perdona
estas bien?— dijo aunque realmente pensaba decir " ¿A quién llamas idiota? ¡El semáforo ya estaba en
verde!
—Considerando
que estuviste a nada de atropellarme, y de que estoy perdida, sí, claro que
estoy bien. Gracias por tu preocupación.
—Perdona pero
ya tenía el paso en primera. Y en segunda ¿puedo ayudarte? Se ve que no eres de
por aquí.
— ¿Por qué lo
dices?— Pregunto la chica
—Por qué nadie
cruza la calle cuando el semáforo esta en verde para los autos y por qué si yo
fuera tu no iría por la calle con media joyería encima. —Ed señalo el collar de
plata que la chica llevaba en el cuello, además de la pulsera de oro en la mano
derecha y los aretes con pequeños diamantes que brillaban con las luces del
auto encendidas.
La chica se quedó muda pero su
postura era recta aunque aún con los tacones que llevaba y el vestido de línea
que llevaba. Por alguna razón que aún no descubría Eduardo se sintió atraído
hacia ella.
— ¿Y por qué
no lo harían? Es una linda noche para salir a una fiesta.
—No sé a qué
fiesta vas, pero te aseguró que si es por esta parte de la ciudad, o llegas a
tu casa sin nada de tus preciosas joyas o no regresas, así de simple. ¿Dónde es
tu fiesta?
—Calle Nayarit
con cruce en Hidalgo.
Eduardo sintió
por unos segundos. De todas las casualidades del mundo y de las cuales no creía
en ninguna se había encontrado con una chica hermosa que iba a la misma fiesta
que él.
—Me parece que
vamos a la misma fiesta. Sube al auto yo te llevo.
— ¿Y cómo sé
que no eres un secuestrador?
— ¿Tengo cara
de secuestrador?
—Tengo un gas
pimienta y no dudaré en usarlo si intentas algo.
—Bien. Me
gusta la pimienta.
La chica con cautela
entro al auto y Eduardo también. El auto nuevamente se puso en marcha.
—Dado a que me
acabo de subir al auto de un extraño quisiera saber tu nombre. Ya sabes para
avisarle a mis amigas y asegurarme de que estas en la lista de invitados.
— ¿Lista de invitados?
No sabía que era un evento de beneficencia.
—Ok, es claro
que no vamos al mismo lugar, deja me bajar en el siguiente semáforo.
— ¿Para qué lo
cruces sin fijarte de nuevo?
— ¡Gas
pimienta!—Le recordó la chica.
—Ok de
acuerdo. No te pongas agresiva teniente. Me llamo Ed, Eduardo Ramírez ¿y tú?
— ¿Para qué
quieres saber mi nombre?—Pregunto la chica mientras mandaba un mensaje de texto
desde su celular
—Para
corroborar que estas en la lista de invitados.
Eduardo apenas
captó por un segundo han sutil sonrisa en los labios de la chica.
—Bien jugado.
Me llamo Rosmery del Valle
—Es todo un
placer Ro.
— ¿Perdona? ¿Cómo
me has llamado?
—Ro. Está bien
si te digo así ¿no?
—Nunca nadie
antes me había llamado a sí.
—Pues me temo
que soy el primero entonces.
El celular de
Rosmery vibro anunciando la llegada de un nuevo mensaje.
No invitado.
La chica tomo de su bolso el gas
pimienta y ataco a Ed con este. El carro giro bruscamente mientras Eduardo
luchaba por no chocar y evitar el gas pimienta
— ¡Maldito
enfermo! ¡Déjame salir de aquí!
Por fortuna
las calle estaba vacía y cuando Eduardo logro frenar y evitar chocar con el
poste Rosmery salió del auto y hecho a andar.
Eduardo salió
de este sufriendo los horrores del gas pimienta en sus ojos.
— ¡Pero que
carajos te pasa a ti!— le grito Ed tirándose al suelo con los ojos ardiéndole.
— ¡No estás en
la lista de invitados!
— ¡Claro que
no estoy! Es una estúpida fiesta. ¡Yo no voy a esas fiestas! ¡Mierda como jode
esa cosa!
—Si no vas a
esa fiesta por que te ofreciste a llevarme.
— ¡Por qué voy
a salvar a un amigo de cometer una estupidez!
—Sí, claro
seguro. Buenas noches enfermo—La chica se dio media vuelta y continuó su
camino.
—¡Mierda!—exclamo
nuevamente Eduardo mientras Rosmery tomaba un taxi del otro lado de la calle.
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