HISTORIAS

Sobre mi

 

 





Hola, soy Fernando Ramírez (Ferez). Soy licenciado en la carrera de Ciencias de la Comunicación, aficionado a la fotografía, he sido locutor de radio por internet y guionista para varios proyectos. Desde hace más de una década escribo novelas y relatos. Te invito a leer algunos de ellos aquí en el blog. ¡Espero te agraden! 

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¿Y las demás historias?

No entres en pánico. Tus historias favoritas están siendo corregidas y actualizadas. Pero no te preocupes, estoy tratando de ser lo mas rápido posible para que puedas disfrutar de ellas en breve.

Es por esa razón que he estado subiendo nuevas historias, quitando otras para corregir, subiendo relatos e innovando portadas de las historias.

Te invito a leer lo nuevo que se esta subiendo y compartir o comentar las entradas.

Un Incomprendido Desamor || Capitulo 1 || Gas Pimienta



Noviembre 2006


Gas Pimienta

La lámpara de noche estaba encendida en el escritorio aquella noche, alumbrando claro, el retrato del nuevo personaje que Eduardo había creado, tan solo cinco minutos antes. Con chaqueta de cuero y jeans junto con un rostro juvenil y extremadamente expresivo había creado a  Cóndor el asesino de dragones. Su historia no es muy elaborada, es tan simple como cualquier otra historia que un chico inexperto podría llegar a imaginar. Cóndor Jher era el último asesino de dragones, un hechicero inexperto que se niega a afrontar su destino, el de liberar a su pueblo de las bestias mitológicas que los gobernaban.  Al menos esa era la idea tan reveladora que Ed había absorbido de uno de sus sueños más recurrentes.
Un mensaje de texto lo había hecho salir corriendo de su habitación tomando una sudadera de entre la ropa sucia y bajar las escaleras corriendo, aun cuando su tío le había advertido infinidad de veces que hacerlo no solo le ocasionaría un accidente, además claro de hacer un escándalo por toda la casa.
Su tío Julián  era sin duda lo más cercano a un padre. Llevaba viviendo con el desde que lo había expulsado de la escuela primaria por ser un niño "problemático". Es por eso que su madre había decidido que lo mejor sería que viviera con su hermano en la ciudad de México, a varios kilómetros alejado de ella.
—Un día de estos te vas a partir la cabeza en dos y ten por seguro que ahí estaré yo para tomar la foto y redactar un artículo para el blog con el título de "inconsciente accidente, escaleras asesinas"—Le grito desde la cocina su tío con voz clara y pacífica.
—Como si te fueran a pagar por ello—Le áspero a su tío cuando llego a él
—Lo harían si tuviera una foto tuya desangrado y con los sesos de fuera.
—Necesito el auto—comento con rapidez tomando una manzana del frutero del desayunador.
El tío Julián se encontraba en calzoncillos y playera sin magas preparando la cena. Café y su especialidad, crepas de frambuesa y kisses.
Aquella escena para Eduardo era algo ya común los viernes por las noches.
Su tío era un aficionado de la cocina experimental y un.... Bueno Ed no tenía claro para ese momento aun a que se dedicaba su tío para ganarse la vida, eso sin contar el hecho de escribir artículos para su blog privado donde hablaba de trivialidades con la esperanza de hacer un mundo mejor... O al menos esa la última razón que le había dado a su sobrino la última vez que le preguntó el por qué escribía ese blog. Siempre cambiaba la razón, hasta ahora la más creativa había sido que, para cuando llegaran los extraterrestres a conquistar la tierra podrían encontrar en el blog una razón suficiente para no exterminar la raza humana ¿Cómo podrían asesinar a toda una raza sin antes conocer sus excentricidades individuales y grupales?
—¿El auto?
—Es Dan...
—¿De nuevo ese chico? ¿Ahora que ha hecho? No, espera, déjame adivinar... Ha grabado a una pareja de pervertidos en vía pública y ahora quiere hacer un cortometraje explorando las oscuras y trágicas vidas de los exhibicionistas.
Si algo era cierto es que, para aquellos días Dan estaba obsesionado con ganar una beca estudiantil para estudiar cine en Europa y pasaba gran parte del tiempo buscando la inspiración detrás de su videocámaras. Pero aquella noche no era el caso.
—Eso sería menos humillante, esta vez es peor.
Sin decir más Eduardo le mostró el mensaje de texto que Dan le había enviado minutos antes.

Alana. Fiesta. Gran noche. Ven pronto.

—Recuérdame por que Dan sigue obsesionado con esa chica, lo ha rechazado ¿cuántas? ¿Unas quince veces ya?
—En realidad han sido diecisiete veces.
—Que obstinado.
—Dímelo a mí...
Ed no admitiría lo siguiente en público, pero tener a Dan como amigo era sinónimo de verlo fracasar constantemente en sus planes de A, conquistar a la chica de sus sueños y B, conquistar el mundo cinematográfico.
—Las llaves están en el dulcero de sala. ¿Te espero para cenar?
Ed lo pensó por un segundo, no estaba de todo seguro si regresaría a casa temprano aquella noche.
—Quizás, te escribo.
Las llaves del auto cambiaban constantemente de lugar en la casa, al igual que  la mayoría de las cosas en ella. Ahora por décima vez en el año se encontraban en el dulcero de la sala frente al televisor. El tío Julián tenía la idea de que al cambiar constantemente las cosas de su lugar se deshace uno de las malas energías.
Eduardo abrió el auto y empezó a conducir hasta la casa de Alana. Durante toda su vida solo había visitado la casa del amor platónico de Dan un par de veces, antes de que esta los encontrar espiando desde el auto.
El dibujante jamás ha culpado a su amigo de perseguir causas perdidas. Por qué sabía que de alguna u otra forma siempre acabaría por encontrar algo que le obsesionará más. Y así lo había hecho con muchas cosas más excepto su pasión por el cine y por Alana. Quizá solo estas dos cosas serían la excepción.
Desde que se habían conocido en la clase de biología, su relación ha sido de lo más sincera pero Eduardo aún se guardaba algunas opiniones sobre Dante y no porque no quisiera ofenderle, simplemente porque sabía que de decirlas terminarían debatiendo hasta el cansancio o la muerte.
La luz del semáforo cambio a rojo antes de que el joven ilustrador pudiera cruzar. Era viernes por la noche y las calles estaban algo básicas. El escenario perfecto para cometer un crimen pensó Eduardo para sí mismo. A Eduardo siempre le ha gustado imaginar escenas de crímenes y asesinatos. Y no es porque en el fondo fuera un psicópata o algo por el estilo, simplemente era uno de sus gustos más excéntricos. La luz cambio y el auto comenzó a dar marcha cuando apareció una chica  en el camino. Eduardo había estado tan metido en su pensamiento sobre crímenes que fue una suerte que pusiera el alto antes de llevarse a la chica entre las llantas.
La chica grito al sentir la a proximidad del auto y cuando este se detuvo le dio una buena patada a la parte delantera de este.
— ¡Fíjate idiota!—Le grito al conductor entre enojo y susto
Eduardo salió del auto en ese momento.
— ¿Perdona estas bien?— dijo aunque realmente pensaba decir " ¿A quién  llamas idiota? ¡El semáforo ya estaba en verde!
—Considerando que estuviste a nada de atropellarme, y de que estoy perdida, sí, claro que estoy bien. Gracias por tu preocupación.
—Perdona pero ya tenía el paso en primera. Y en segunda ¿puedo ayudarte? Se ve que no eres de por aquí.
— ¿Por qué lo dices?— Pregunto la chica
—Por qué nadie cruza la calle cuando el semáforo esta en verde para los autos y por qué si yo fuera tu no iría por la calle con media joyería encima. —Ed señalo el collar de plata que la chica llevaba en el cuello, además de la pulsera de oro en la mano derecha y los aretes con pequeños diamantes que brillaban con las luces del auto encendidas.
La chica se quedó muda pero su postura era recta aunque aún con los tacones que llevaba y el vestido de línea que llevaba. Por alguna razón que aún no descubría Eduardo se sintió atraído hacia ella.
— ¿Y por qué no lo harían? Es una linda noche para salir a una fiesta.
—No sé a qué fiesta vas, pero te aseguró que si es por esta parte de la ciudad, o llegas a tu casa sin nada de tus preciosas joyas o no regresas, así de simple. ¿Dónde es tu fiesta?
—Calle Nayarit con cruce en Hidalgo.
Eduardo sintió por unos segundos. De todas las casualidades del mundo y de las cuales no creía en ninguna se había encontrado con una chica hermosa que iba a la misma fiesta que él.
—Me parece que vamos a la misma fiesta. Sube al auto yo te llevo.
— ¿Y cómo sé que no eres un secuestrador?
— ¿Tengo cara de secuestrador?
—Tengo un gas pimienta y no dudaré en usarlo si intentas algo.
—Bien. Me gusta la pimienta.
La chica con cautela entro al auto y Eduardo también. El auto nuevamente se puso en marcha.
—Dado a que me acabo de subir al auto de un extraño quisiera saber tu nombre. Ya sabes para avisarle a mis amigas y asegurarme de que estas en la lista de invitados.
— ¿Lista de invitados? No sabía que era un evento de beneficencia.
—Ok, es claro que no vamos al mismo lugar, deja me bajar en el siguiente semáforo.
— ¿Para qué lo cruces sin fijarte de nuevo?
— ¡Gas pimienta!—Le recordó la chica.
—Ok de acuerdo. No te pongas agresiva teniente. Me llamo Ed, Eduardo Ramírez ¿y tú?
— ¿Para qué quieres saber mi nombre?—Pregunto la chica mientras mandaba un mensaje de texto desde su celular
—Para corroborar que estas en la lista de invitados.
Eduardo apenas captó por un segundo han sutil sonrisa en los labios de la chica.
—Bien jugado. Me llamo Rosmery del Valle
—Es todo un placer Ro.
— ¿Perdona? ¿Cómo me has llamado?
—Ro. Está bien si te digo así ¿no?
—Nunca nadie antes me había llamado a sí.
—Pues me temo que soy el primero entonces.
El celular de Rosmery vibro anunciando la llegada de un nuevo mensaje.

No invitado.

La chica tomo de su bolso el gas pimienta y ataco a Ed con este. El carro giro bruscamente mientras Eduardo luchaba por no chocar y evitar el gas pimienta
— ¡Maldito enfermo! ¡Déjame salir de aquí!
Por fortuna las calle estaba vacía y cuando Eduardo logro frenar y evitar chocar con el poste Rosmery salió del auto y hecho a andar.
Eduardo salió de este sufriendo los horrores del gas pimienta en sus ojos.
— ¡Pero que carajos te pasa a ti!— le grito Ed tirándose al suelo con los ojos ardiéndole.
— ¡No estás en la lista de invitados!
— ¡Claro que no estoy! Es una estúpida fiesta. ¡Yo no voy a esas fiestas! ¡Mierda como jode esa cosa!
—Si no vas a esa fiesta por que te ofreciste a llevarme.
— ¡Por qué voy a salvar a un amigo de cometer una estupidez!
—Sí, claro seguro. Buenas noches enfermo—La chica se dio media vuelta y continuó su camino.
—¡Mierda!—exclamo nuevamente Eduardo mientras Rosmery tomaba un taxi del otro lado de la calle.



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