HISTORIAS

Sobre mi

 

 





Hola, soy Fernando Ramírez (Ferez). Soy licenciado en la carrera de Ciencias de la Comunicación, aficionado a la fotografía, he sido locutor de radio por internet y guionista para varios proyectos. Desde hace más de una década escribo novelas y relatos. Te invito a leer algunos de ellos aquí en el blog. ¡Espero te agraden! 

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¿Y las demás historias?

No entres en pánico. Tus historias favoritas están siendo corregidas y actualizadas. Pero no te preocupes, estoy tratando de ser lo mas rápido posible para que puedas disfrutar de ellas en breve.

Es por esa razón que he estado subiendo nuevas historias, quitando otras para corregir, subiendo relatos e innovando portadas de las historias.

Te invito a leer lo nuevo que se esta subiendo y compartir o comentar las entradas.

La rosa al final del túnel [Relato corto]



La rosa al final del túnel

Alana está a tu lado, sus temblorosas manos están entrelazadas pegadas su pecho, su respiración es agitada, su mirada está fija en el final del túnel; sabes que es porque muere de miedo. Tú también lo tienes pero debes mantenerte firme, y valiente, aunque sinceramente sabes que en cualquier momento de debilidad, podrías terminar con los pantalones mojados.
Apenas una luz al final del túnel ilumina el sendero, largo y estrecho, por donde los dos avanzan. No hay muchas luces que alumbren el trayecto, la oscuridad te trae malos recuerdos que creíste haber superado con el paso a la adolescencia, ¿qué adolescente le teme a la oscuridad? Seguro, todo aquel que se ponga tus zapatos en este momento.
Tus miedos han regresado desde la oscuridad, pequeñas criaturas llenas de orificios viscosos y pequeñas manos, esperan el preciso momento para subir por tus piernas para llegar a tu cabeza... meterse por tus ojos, nariz, apoderarse de ti mientras dejan en tu cuerpo miles de huevos en espera de eclosionar y destruirte desde adentro, lentamente. O, al menos, así es cómo te imaginas que será cuan llegues frente a La Bestia. La Bestia que te espera al final del túnel.
—Edu... —la voz, temblorosa, de tu amada Alana te regresa a la realidad—, tengo miedo —confiesa; se te hace un nudo en la boca del estómago, que amenaza con cortar tu asfixiada respiración.
—Tranquila, estaremos bien —mientes con todos los dientes, ella lo sabe, sabe que no estarán bien, sabe que mientes para hacerte el valiente, para darle esperanza a ella; mientes tan mal, y aun así, ella se aferra a tu mentira. ¿Qué más les queda?
Muchas veces te lo advirtieron tus padres, tus abuelos, tus tíos, tus amigos, tus hermanos y tú jamás los escuchaste.
"No contradigas a La Bestia. Ella sabe lo que es mejor para ti."
Mira a dónde has llegado haciendo caso omiso a todos los que te lo advirtieron.
Si tan solo te hubieras resignado a vivir con el destino que La Bestia tenía para ti; hoy Alana y tú no estarían caminando directamente a la boca del lobo, de La Bestia para ser específico.
En Farfaria la vida ha sido así desde que La Bestia llegó, de la noche a la mañana apareció, sin ruido alguno que advirtiera su presencia; ella simplemente apareció como una enorme silueta oscura entre el atardecer, dicto tres simples reglas: La primera: adorarle sin importar nada. La segunda: aceptarás el destino que ella crea mejor para ti sin importar nada. Y la última: jamás, de los jamases, irás en contra de ella.
Tres reglas que, para ti, parecen realmente estúpidas, es ahí cuando te preguntas: ¿acaso no intentaron destruir a La Bestia nunca? ¿Simplemente aceptaron sus normas? ¿A cambio de qué?
Para los habitantes de Farfaria así era la vida, la aceptaban con gusto.
—Además, ¿cómo enfrentas a La Bestia si no sabes cómo es realmente? —te dijo tu abuelo cuando le preguntaste de niño.

A tu tío Bernardo le dieron tierras y una mujer cuando le tocó conocer el destino que La Bestia tenía para él -piensas, no puede ser tan malo pero puede serlo-, lo sabes porque a tus padres les dieron un destino de mierda, morir cuando tu cumpliste siete años, ¿la culpa? Ni tú mismo lo crees, aún.
Ambos, con en el miedo a flor de piel intimidados a cada paso, ya han recorrido un tercio del camino.
—Tal vez simplemente debimos aceptarlo, ya sabes, resignarnos —susurra Alana.
—Eso jamás —tu voz se pone tensa, como si un frío abismal recorriera toda tu espina tensando tu cuerpo, tu ser.
—Pero Edu.... —repite tu novia mientras busca tu mano para entrelazar sus dedos con los tuyos-. Nuestro destino, el destino que La Bestia declaró para nosotros no era tan malo...
—Lo sé, pero no puedo soportar la idea de que te separen de mí. Yo me niego a eso.
Recuerdas el destino que La Bestia les dio a los dos.
No hace mucho tiempo, en vísperas de año nuevo, uno a uno los chicos que tenían los 17 años cumplidos fueron llamados por La Bestia, quien les daría a conocer su destino.
En la plaza central, al medio día, los jóvenes rodeados por los ciudadanos esperan frente a la enorme efigie de La Bestia; su voz resuena por cada recoveco de la ciudad. Nadie que haya visto a La Bestia ha quedado con vida, por eso sus representaciones son diferentes, la ciudad está repleta de ella... Y pensar que te gustaba asistir al evento cuando eras un infante.
Ninguno de los que ha desafiado a La Bestia, han vuelto de ese túnel, el mismo por el cual caminas.
El destino de Alana era simple: se casaría con Adolf -el hijo del carpintero- tendría cinco hijos y sería una ejemplar ama de casa, en cambio, el tuyo era honorable. Te nombraron protector del orden social y terminarías alcanzando un gran estatus en la ciudad como regulador y coordinador de relaciones internas y externas de Farfaria; tendrías una esposa que te llenaría de hijos y de felicidad. Para cualquiera aquel destino era más que perfecto, incluso Sebastián, tu mejor amigo, admitió estar celoso de tu destino, a él le había tocado ser regulador de la cultura en la biblioteca de la ciudad, tendría dos hijos y una esposa; una vida tranquila sin duda. Pero, para ti nada de eso tenía significado, pues no aceptaste la idea de separarte de Alana. Verla con otro hombre, saber que ella le daría cinco hijos a otro que no eras tú y por eso decidieron huir de la ciudad. Solo que, fueron descubiertos y ahora, enfrentan su juicio, su castigo.
—Perdóname por esto, por meterte en este problema. Yo... yo no quería que termináramos así, yo solo quería seguir a tu lado —le suplicas que te perdone mientras te detienes a poco más de la mitad del camino en el túnel. Bajas la cabeza porque no quieres que te vea llorar.
—Edu...
Oírle susurrar tu nombre te hace sentir miserable, la tensión abandona tu cuerpo pero ya no tienes la fuerza necesaria para seguir adelante; de pronto caes de rodillas para luego irte de boca contra el suelo.
Ella te agarra del brazo fuertemente, intenta abrazarte mientras se acerca a tu oído para hablarte, sientes la proximidad de su cuerpo contra el tuyo, su pecho al respirar y sus labios cerca de tu oído. Sientes una mezcla de excitación y terror.
—Yo tampoco soportaba la idea de que otra mujer te tuviera a su lado. No podía soportar la idea de que otra chica te diera calor por las noches. Yo te amo Edu. Ambos decidimos esto y ambos saldremos de esto juntos. Prefiero morir en el intento. Cualquier opción es mejor que no tenerte nunca más a mi lado.
Tragas saliva para deshacer el nudo en tu garganta, aún recuerdas la primera vez que viste a Alana en los columpios del colegio, la primera sonrisa que compartió contigo, la primera vez que sus labios torpemente se juntaron. Recuerdas la primera noche que pasaron juntos, y sonríes entre lágrimas. ¿Qué importa lo que pase una vez que lleguen frente a La Bestia? No importa nada porque estás con ella, con la mujer que amas, ella es lo más importante.
Te pones de pie, giras tu cuerpo para poder estar frente a frente con ella, eres un poco más alto que Alana, ella coloca su cabeza en tu pecho para escuchar tu corazón latir; esperas unos segundos mientras la rodeas con tus brazos, luego cuando es oportuno tomas su barbilla con delicadeza y haces que te mire, le sonríes al ver sus verdes ojos, tan cálidos y bellos. La observas, tan reluciente, como si todo su ser emanará una luz y luego, luego la besas por un largo tiempo.
Cuando se separan de nuevo, sin decir apenas palabras caminan hacia el final del túnel, aceptan su nuevo destino, uno incierto, pero no importa porque no hay Bestia alguna que pueda separarlos.
Juntos hasta el final.
Cuando llegan al final del túnel La Bestia los espera. Con nervios sigues caminando mientras intentas descifrar la sombra que tienes enfrente, es enorme y corpulenta; Alana se asusta y aprieta un poco más fuerte tu mano, incluso tú mismo estás pensando en salir huyendo ahora mismo. Aquella sombra parece la silueta de un gorila encorvado, enorme, notas unos cuernos gigantes y retorcidos, su pelaje es abundante, como la melena de un león. Aún no lo distingues con claridad pero sabes que no te gustará lo que encontrarás.
—Edu... —nuevamente Alana susurra tu nombre pero no hay vuelta atrás.
—Tranquila, estaremos bien —le repites, creyendo que no hay otra frase para tranquilizarla aunque en esta ocasión tú también comienzas a creer que todo saldrá bien.
La Bestia está casi frente de ti. Ha permanecido inmóvil, esperándolos, quizás su forma de ataque sea como los felinos, esperando el momento adecuado para saltar sobre de ti y devorarte.
Caminas un poco más lento mientras continuas avanzas. Una vez que la luz al final del túnel es tan fuerte que oculta el rostro -si es que tiene uno- de La Bestia.
Tus sentidos están alerta y puedes olerlo, sorprendentemente huele a lavanda. La bestia no dice nada, solo está ahí, inmóvil, respirando y mirándote. Cuando Alana también llega al mismo punto que tú, la bestia da media vuelta y con un gesto les invita a seguirla. Es ahí cuando por primera vez la observas de verdad. No estabas tan equivocado con su forma.
Es una mezcla rara sin duda. Te das un segundo antes de dar el primer paso para analizar a La Bestia rápidamente, cuerpo de gorila, ancas de rana que le ayudan a desplazarse saltando, nariz de cerdo y dos cuernos cortos que van de la nariz a la frente como un rinoceronte. Orejas largas como las de un conejo, dos cuernos más de antílope un poco retorcidos, una cola larga que parece la de un pez. Y por último sus ojos, unos ojos pequeños, oscuros y sorprendentemente cálidos.
Alana y tú caminan detrás de La Bestia por un extenso sendero lleno de árboles frondosos con frutos, a lo lejos, no tanto como en el túnel, hay una puerta de madera; La Bestia y ustedes se dirigen a ella. Volteas a ver tu amada, quien tiene el rostro lleno de confusión, cuando llegan frente a la puerta de madera notas un gran muro se alza entre los árboles y los sobrepasa, ves que está cubierto por enredaderas y rosales que parecían custodiar la puerta.
La Bestia se detiene, gira la mitad de su peludo cuerpo, no sin antes darle un dedicado empujón a la puerta de madera para abrirla, luego toma una rosa cercana y se la tiende a Alana como un obsequio.
—El destino no es algo escrito ni dictado. Aquellos que pese a todo permanecen juntos y firmes a sus deseos merecen ser libres para forjar su propio destino —les dice la Bestia con voz firme y fuerte, igual que la voz que suena por toda la plaza de la ciudad desde la estatua de la bestia. Sin decir más.
La Bestia da media vuelta dándote la espalda, y en unos segundos sus patas lo impulsan dando grandes saltos hacia la salida del túnel. Aunque aún tienes muchas dudas como: ¿De dónde viene? ¿Por qué les deja en libertad? ¿Cómo sabe el destino adecuado para todos? ¿Hay alguien que lo controle? ¿Qué pasará con los demás ciudadanos? ¿Cómo se alimenta? ¿Hay más como él? Pero ya es muy tarde, se ha ido, tienes miedo a acercarte a él para que conteste tus dudas o, cambie de opinión sobre dejarlos ir. Miras a Alana, le sonríes y la abrazas tan fuerte como nunca antes.
—Te dije que estaríamos bien —le dices, juntos caminan hacia el otro lado del portón de madera entre enredaderas y rosales hacia el nuevo destino que los aguarda. Un destino que tú mismo crearás al lado de tu amada Alana.

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