La rosa al final del túnel [Relato corto]
La rosa al final del túnel
Alana está a tu lado, sus temblorosas manos
están entrelazadas pegadas su pecho, su respiración es agitada, su mirada está
fija en el final del túnel; sabes que es porque muere de miedo. Tú también lo
tienes pero debes mantenerte firme, y valiente, aunque sinceramente sabes que
en cualquier momento de debilidad, podrías terminar con los pantalones mojados.
Apenas una luz al
final del túnel ilumina el sendero, largo y estrecho, por donde los dos avanzan.
No hay muchas luces que alumbren el trayecto, la oscuridad te trae malos
recuerdos que creíste haber superado con el paso a la adolescencia, ¿qué
adolescente le teme a la oscuridad? Seguro, todo aquel que se ponga tus zapatos
en este momento.
Tus miedos han
regresado desde la oscuridad, pequeñas criaturas llenas de orificios viscosos y
pequeñas manos, esperan el preciso momento para subir por tus piernas para
llegar a tu cabeza... meterse por tus ojos, nariz, apoderarse de ti mientras
dejan en tu cuerpo miles de huevos en espera de eclosionar y destruirte desde
adentro, lentamente. O, al menos, así es cómo te imaginas que será cuan llegues
frente a La Bestia. La Bestia que te espera al final del túnel.
—Edu... —la voz,
temblorosa, de tu amada Alana te regresa a la realidad—, tengo miedo —confiesa;
se te hace un nudo en la boca del estómago, que amenaza con cortar tu asfixiada
respiración.
—Tranquila, estaremos
bien —mientes con todos los dientes, ella lo sabe, sabe que no estarán bien,
sabe que mientes para hacerte el valiente, para darle esperanza a ella; mientes
tan mal, y aun así, ella se aferra a tu mentira. ¿Qué más les queda?
Muchas veces te lo
advirtieron tus padres, tus abuelos, tus tíos, tus amigos, tus hermanos y tú
jamás los escuchaste.
"No
contradigas a La Bestia. Ella sabe lo que es mejor para ti."
Mira a dónde has
llegado haciendo caso omiso a todos los que te lo advirtieron.
Si tan solo te
hubieras resignado a vivir con el destino que La Bestia tenía para ti; hoy
Alana y tú no estarían caminando directamente a la boca del lobo, de La Bestia
para ser específico.
En Farfaria la vida
ha sido así desde que La Bestia llegó, de la noche a la mañana apareció, sin
ruido alguno que advirtiera su presencia; ella simplemente apareció como una
enorme silueta oscura entre el atardecer, dicto tres simples reglas: La
primera: adorarle sin importar nada. La segunda: aceptarás el destino que ella
crea mejor para ti sin importar nada. Y la última: jamás, de los jamases, irás
en contra de ella.
Tres reglas que, para
ti, parecen realmente estúpidas, es ahí cuando te preguntas: ¿acaso no
intentaron destruir a La Bestia nunca? ¿Simplemente aceptaron sus normas? ¿A
cambio de qué?
Para los habitantes
de Farfaria así era la vida, la aceptaban con gusto.
—Además, ¿cómo
enfrentas a La Bestia si no sabes cómo es realmente? —te dijo tu abuelo cuando
le preguntaste de niño.
A tu tío Bernardo le
dieron tierras y una mujer cuando le tocó conocer el destino que La Bestia
tenía para él -piensas, no puede ser tan malo pero puede serlo-, lo sabes
porque a tus padres les dieron un destino de mierda, morir cuando tu cumpliste
siete años, ¿la culpa? Ni tú mismo lo crees, aún.
Ambos, con en el
miedo a flor de piel intimidados a cada paso, ya han recorrido un tercio del
camino.
—Tal vez simplemente
debimos aceptarlo, ya sabes, resignarnos —susurra Alana.
—Eso jamás —tu voz se
pone tensa, como si un frío abismal recorriera toda tu espina tensando tu
cuerpo, tu ser.
—Pero Edu.... —repite
tu novia mientras busca tu mano para entrelazar sus dedos con los tuyos-.
Nuestro destino, el destino que La Bestia declaró para nosotros no era tan
malo...
—Lo sé, pero no puedo
soportar la idea de que te separen de mí. Yo me niego a eso.
Recuerdas el destino
que La Bestia les dio a los dos.
No hace mucho tiempo,
en vísperas de año nuevo, uno a uno los chicos que tenían los 17 años cumplidos
fueron llamados por La Bestia, quien les daría a conocer su destino.
En la plaza central,
al medio día, los jóvenes rodeados por los ciudadanos esperan frente a la
enorme efigie de La Bestia; su voz resuena por cada recoveco de la ciudad.
Nadie que haya visto a La Bestia ha quedado con vida, por eso sus
representaciones son diferentes, la ciudad está repleta de ella... Y pensar que
te gustaba asistir al evento cuando eras un infante.
Ninguno de los que ha
desafiado a La Bestia, han vuelto de ese túnel, el mismo por el cual caminas.
El destino de Alana
era simple: se casaría con Adolf -el hijo del carpintero- tendría cinco hijos y
sería una ejemplar ama de casa, en cambio, el tuyo era honorable. Te nombraron
protector del orden social y terminarías alcanzando un gran estatus en la
ciudad como regulador y coordinador de relaciones internas y externas de
Farfaria; tendrías una esposa que te llenaría de hijos y de felicidad. Para
cualquiera aquel destino era más que perfecto, incluso Sebastián, tu mejor
amigo, admitió estar celoso de tu destino, a él le había tocado ser regulador
de la cultura en la biblioteca de la ciudad, tendría dos hijos y una esposa;
una vida tranquila sin duda. Pero, para ti nada de eso tenía significado, pues
no aceptaste la idea de separarte de Alana. Verla con otro hombre, saber que
ella le daría cinco hijos a otro que no eras tú y por eso decidieron huir de la
ciudad. Solo que, fueron descubiertos y ahora, enfrentan su juicio, su castigo.
—Perdóname por esto,
por meterte en este problema. Yo... yo no quería que termináramos así, yo solo
quería seguir a tu lado —le suplicas que te perdone mientras te detienes a poco
más de la mitad del camino en el túnel. Bajas la cabeza porque no quieres que
te vea llorar.
—Edu...
Oírle susurrar tu
nombre te hace sentir miserable, la tensión abandona tu cuerpo pero ya no
tienes la fuerza necesaria para seguir adelante; de pronto caes de rodillas
para luego irte de boca contra el suelo.
Ella te agarra del
brazo fuertemente, intenta abrazarte mientras se acerca a tu oído para
hablarte, sientes la proximidad de su cuerpo contra el tuyo, su pecho al
respirar y sus labios cerca de tu oído. Sientes una mezcla de excitación y
terror.
—Yo tampoco soportaba
la idea de que otra mujer te tuviera a su lado. No podía soportar la idea de
que otra chica te diera calor por las noches. Yo te amo Edu. Ambos decidimos
esto y ambos saldremos de esto juntos. Prefiero morir en el intento. Cualquier
opción es mejor que no tenerte nunca más a mi lado.
Tragas saliva para
deshacer el nudo en tu garganta, aún recuerdas la primera vez que viste a Alana
en los columpios del colegio, la primera sonrisa que compartió contigo, la
primera vez que sus labios torpemente se juntaron. Recuerdas la primera noche
que pasaron juntos, y sonríes entre lágrimas. ¿Qué importa lo que pase una vez
que lleguen frente a La Bestia? No importa nada porque estás con ella, con la
mujer que amas, ella es lo más importante.
Te pones de pie,
giras tu cuerpo para poder estar frente a frente con ella, eres un poco más
alto que Alana, ella coloca su cabeza en tu pecho para escuchar tu corazón
latir; esperas unos segundos mientras la rodeas con tus brazos, luego cuando es
oportuno tomas su barbilla con delicadeza y haces que te mire, le sonríes al
ver sus verdes ojos, tan cálidos y bellos. La observas, tan reluciente, como si
todo su ser emanará una luz y luego, luego la besas por un largo tiempo.
Cuando se separan de
nuevo, sin decir apenas palabras caminan hacia el final del túnel, aceptan su
nuevo destino, uno incierto, pero no importa porque no hay Bestia alguna que
pueda separarlos.
Juntos hasta el
final.
Cuando llegan al
final del túnel La Bestia los espera. Con nervios sigues caminando mientras
intentas descifrar la sombra que tienes enfrente, es enorme y corpulenta; Alana
se asusta y aprieta un poco más fuerte tu mano, incluso tú mismo estás pensando
en salir huyendo ahora mismo. Aquella sombra parece la silueta de un gorila
encorvado, enorme, notas unos cuernos gigantes y retorcidos, su pelaje es
abundante, como la melena de un león. Aún no lo distingues con claridad pero
sabes que no te gustará lo que encontrarás.
—Edu... —nuevamente
Alana susurra tu nombre pero no hay vuelta atrás.
—Tranquila, estaremos
bien —le repites, creyendo que no hay otra frase para tranquilizarla aunque en
esta ocasión tú también comienzas a creer que todo saldrá bien.
La Bestia está casi
frente de ti. Ha permanecido inmóvil, esperándolos, quizás su forma de ataque
sea como los felinos, esperando el momento adecuado para saltar sobre de ti y
devorarte.
Caminas un poco más
lento mientras continuas avanzas. Una vez que la luz al final del túnel es tan
fuerte que oculta el rostro -si es que tiene uno- de La Bestia.
Tus sentidos están
alerta y puedes olerlo, sorprendentemente huele a lavanda. La bestia no dice
nada, solo está ahí, inmóvil, respirando y mirándote. Cuando Alana también
llega al mismo punto que tú, la bestia da media vuelta y con un gesto les invita
a seguirla. Es ahí cuando por primera vez la observas de verdad. No estabas tan
equivocado con su forma.
Es una mezcla rara
sin duda. Te das un segundo antes de dar el primer paso para analizar a La
Bestia rápidamente, cuerpo de gorila, ancas de rana que le ayudan a desplazarse
saltando, nariz de cerdo y dos cuernos cortos que van de la nariz a la frente
como un rinoceronte. Orejas largas como las de un conejo, dos cuernos más de
antílope un poco retorcidos, una cola larga que parece la de un pez. Y por último
sus ojos, unos ojos pequeños, oscuros y sorprendentemente cálidos.
Alana y tú caminan
detrás de La Bestia por un extenso sendero lleno de árboles frondosos con
frutos, a lo lejos, no tanto como en el túnel, hay una puerta de madera; La
Bestia y ustedes se dirigen a ella. Volteas a ver tu amada, quien tiene el
rostro lleno de confusión, cuando llegan frente a la puerta de madera notas un
gran muro se alza entre los árboles y los sobrepasa, ves que está cubierto por
enredaderas y rosales que parecían custodiar la puerta.
La Bestia se detiene,
gira la mitad de su peludo cuerpo, no sin antes darle un dedicado empujón a la
puerta de madera para abrirla, luego toma una rosa cercana y se la tiende a
Alana como un obsequio.
—El destino no es
algo escrito ni dictado. Aquellos que pese a todo permanecen juntos y firmes a
sus deseos merecen ser libres para forjar su propio destino —les dice la Bestia
con voz firme y fuerte, igual que la voz que suena por toda la plaza de la
ciudad desde la estatua de la bestia. Sin decir más.
La Bestia da media
vuelta dándote la espalda, y en unos segundos sus patas lo impulsan dando
grandes saltos hacia la salida del túnel. Aunque aún tienes muchas dudas como:
¿De dónde viene? ¿Por qué les deja en libertad? ¿Cómo sabe el destino adecuado
para todos? ¿Hay alguien que lo controle? ¿Qué pasará con los demás ciudadanos?
¿Cómo se alimenta? ¿Hay más como él? Pero ya es muy tarde, se ha ido, tienes
miedo a acercarte a él para que conteste tus dudas o, cambie de opinión sobre
dejarlos ir. Miras a Alana, le sonríes y la abrazas tan fuerte como nunca antes.
—Te dije que
estaríamos bien —le dices, juntos caminan hacia el otro lado del portón de
madera entre enredaderas y rosales hacia el nuevo destino que los aguarda. Un
destino que tú mismo crearás al lado de tu amada Alana.
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