Bandera Roja | Relato Corto
En la oscuridad
El
primer golpe vino de la derecha del camión. Apenas fui capaz de advertir que
algo estaba sucediendo, cuando el autobús se detuvo como normalmente lo haría
ante una parada, pero a diferencia de cualquiera, aquella parada marcó el
inicio de una cuenta regresiva.
La
mujer subió con rapidez gritando algo que no pude comprender con los audífonos
puestos. Su rostro, pálido con una expresión de terror en este, fue la llamada
de alerta a mis instintos de supervivencia, momentos antes del golpe por el
costado. El atentado volcó el gran automóvil metálico haciéndolo girar dos
veces antes de caer en el asfalto de pie. Dentro, nosotros los pasajeros
intentábamos comprender lo sucedido, aturdidos por los giros imprevistos,
intentamos algunos pocos, los que aún nos manteníamos consientes en el lugar,
ponernos de pie mientras un crujido en la oscuridad de la noche amenazaba
nuestras vidas.
Con los nervios de punta, me
aventuré a observar mí al rededor buscando a la mujer que había subido con
desesperación. Ella, vestida con unos jeans blancos, ahora manchados por la
sangre que escurría desde su vientre perforado por uno de los tubos del camión,
que, seguramente debió zafarse de su lugar para ir a incrustarse en el torso de
la pobre mujer, quien no corrió con la mejor suerte, debido a que, varios
pedazos de vidrios rotos quedaron incrustados en el cuello, el más grande se
insertó como si alguien lo hubiera empujado hacia la clavícula. Los ojos de la mujer
permanecían con un terror helado mirando hacia abajo, como si quisiera
encontrarle algún significado a su blusa roja con figuras geométricas que me
pareció una mezcla tétrica en aquel momento al contemplar el cadáver de la
última pasajera.
El
conductor quedó atrapado en el parabrisas y algunos otros pasajeros quedaron
desmayados, fuera del autobús heridos o atorados en los asientos de formas poco
ortodoxas. Para mí fortuna, si debo de decirlo de esa forma, quedé atrapado
entre los asientos con un pedazo de vidrio incrustado en el brazo, por suerte
en ningún punto vital. Logré ponerme de pie, y de inmediato sentí colarse el
frío nocturno por los huecos de las ventanas rotas. Miré mí herida y decidí
sacar el vidrio, de unos diez centímetros, de mí piel, con un tiro rápido y
limpio.
—Amigo, ¿qué demonios ha sido eso?
—Oí decir a otro pasajero dos asientos atrás de mí, este, un chico de mí edad
con camisa negra a rallas amarillas muy finas que apenas son perceptibles a
primera vista, con gafas de pasta y gorra roja con el rayo característico de
Flash, el súper héroe de DC, mientras intentaba ponerse de pie, pero su brazo
había quedado atorado entre dos asientos— Mierda, estoy atrapado —Se quejó —¿Me
hechas una mano?
Lo miré por un segundo y pensé que
debía dejarlo ahí, bajar del camión y buscar la causa del estruendo. Mi
curiosidad era mayor al temor de lo sucedido. Seguramente, otro automovilista
había chocado con nosotros y necesitaba ayuda. Después de todo era lo más
razonable que mi mente podía pensar en ese momento. Hasta que lo vi.
Dentro de la penumbra de la noche,
ayudado con la escasa luz de los faroles de la avenida, se encontraba una
figura oculta en las sombras. Sus ojos estaban ahí afuera del camión,
mirándome. Dos puntos rojos se concentraron en mí y un bramido salió de la
criatura, incitándome a permanecer quieto en aquel lugar. Lo observé sin decir
nada, ni siquiera me atreví a exhalar el aire que había estado conteniendo en
los pulmones. A unos quince metros estaba lo que me pareció un toro o alguna
criatura enorme, metálica o plateada, con una cola, terminando con un aguijón
peludo. Seguramente un ente letal para cualquiera. Tragué saliva y solté el
aire con delicadeza.
—¡Pero que carajos! — Soltó el
chico de la gorra de Flash cuando volteó su mirada hacia donde yo mantenía la
vista. —¡Tu chaqueta! — Gimió —¿Es un perro gigante del infierno o un toro
enorme? — Preguntó antes de seguir hablando —y tu chaqueta es... — Titubeó —Ay,
eso que llevan los toreros, bandera roja, eso busca ¿Cierto?
—¡No soy un torero y los toros no
siguen el color rojo, solo el movimiento! — Repliqué — Además, de ser cierta tu
teoría, tu gorra es roja igual ¿qué te dice que no te quiere a ti? —Me quejé
sin moverme
El chico se me quedó mirando por un
segundo como si analizara mis palabras.
—Cierto, ambas son rojas — Atinó a
decir mientras intentaba sacar su brazo de los dos asientos que lo mantenían en
cautiverio —¿Me hechas una mano? —Me pidió de nuevo.
—¿Y si nos ataca? — Pregunté con
cierto pánico en la voz y en la boca del estómago.
—Pues si lo hace, será mejor que no
esté en esta posición para entonces. No quiero que el golpe me rompa el brazo.
Miré la escena por un segundo, lo
correcto era ayudar al chico, más sin en cambio mí cuerpo apenas reaccionó. Con
dificultad logré dar tres pasos hasta los asientos dónde estaba el chico,
durante todo ese tiempo mí mirada no dejo de reparar en la criatura que se
hallaba en la oscuridad de la noche observando con atención cada movimiento que
hacía, podía sentir como, tras aquella mirada atenta aguardaba una sed de
sangre. El peligro latente era palpable. Con cuidado tratando de no hacer
ningún movimiento tosco, tomé uno de los asientos que mantenían atrapado al
chico, jalé de este hacia mí pecho, pero el esfuerzo fue inútil, no logré
generar el espacio necesario para lograr sacar al chico Flash de su prisión.
—¡Mierda! —Se quejó junto con un
bramido proveniente de la criatura que nos observaba desde la oscuridad de las
sombras — ¡No hagas movimientos bruscos! —Me aconsejó el chico. Como si lo
hubiera hecho a propósito...
—Necesito un punto de apoyo y algo
para hacer palanca — expliqué con rapidez, mientras apretaba con la palma de la
mano mí brazo herido, el esfuerzo hizo brotar un poco más de sangre de la
herida, no sin antes provocarme un dolor punzante en esta.
El silencio de la noche me erizó la
piel, apenas era capaz de captar algo más que aquellos bramidos feroces y los
latidos acelerados de mí corazón.
—Toma ese, el torcido que está por
la mujer empalada.
Mire
hacia la mujer, la última pasajera permanecía serena, no me sorprendió, ella ya
no tenía nada que perder... a sus pies a unos cincuenta centímetros hacia el
asiento del conductor, la palanca de cambios se había roto, por la curvatura de
esta deduje que con un poco de suerte podía terminar de romperla para usarla
como palanca. El problema era que debía de cruzar todo el camión con aquella
cosa afuera mirándonos.
Tragué saliva, pensando en que
estaba loco y tal vez si lo estaba, todo esto era tan irreal... pero el miedo
era tan vivido que negó aquel pensamiento, en el que, todo lo que estaba
pasando era producto de mí imaginación. Respire hondo al fin, para cruzar el
camión por la palanca de cambios.
Di los primeros pasos sin dejar de
mantener la vista en la criatura, para aquel entonces ya no me parecía un toro,
sino un lobo enorme sentado en sus patas traseras, como Junior, mi perro,
cuando le ordeno sentarse. Diablos ¿cómo había sucedido todo esto? Todo el día
había sido de lo más normal, había ido al colegio, besado a mí novia por largo
ratos entre clases, bromeado un poco con mi mejor amigo Ari, luego habíamos ido
a su casa a jugar videojuegos hasta tarde.
Nada
me parecía tener sentido. Tan solo un par de horas atrás, la sola idea de una
criatura enorme como la que aguarda en la oscuridad, era una locura.
Por un segundo una pregunta tonta
me vino a la mente... ¿Si le aviento un palo muy lejos, iría por este y nos
dejaría en paz? No quise aventurarme a averiguar aquello.
Llegué a lado de la última pasajera
y una pequeña corriente eléctrica recorrió todo mí cuerpo haciéndome retroceder
con escalofríos dos pasos atrás en mí andar. La miré tratando de ver cualquier
detalle sobresaliente, la mujer no poseía nada más que un anillo de plata en el
dedo índice con un grabado que me pareció ser el ciclo lunar. Entonces lo
entendí. Esa criatura no me parecía un lobo, era uno de verdad. Mi mirada
volvió al punto dónde lo había visto hace unos segundos, pero el Lobo ya no se
hallaba ahí...
—¿Dónde está? —Le grité al chico.
Este se encontraba observando su brazo atorado y mí pregunta le hizo sobre
saltar en su lugar.
El
aire me pareció congelarse un poco más de manera tan brusca, que temí orinar
mis pantalones del miedo que me provocaba aquella sensación de inseguridad.
—Estaba ahí tan solo un segundo...
— Logró articular el chico, quién por el tono de voz, casi cortado que empleó,
me pareció estar en el mismo nivel de incertidumbre que el mío.
Miré
a mí al rededor buscando aquellos ojos rojos brillantes para averiguar en qué
dirección huir, pero el segundo golpe no se hizo esperar, está vez por el
costado izquierdo haciendo girar al camión con brusquedad. De alguna manera
logré tomar el tubo que empalaba a la mujer, para evitar salir volando por el
interior del vehículo. Cuando este se detuvo caí por las escaleras de la
puerta, golpeándome toda la espalda en el acto.
—¡Mierda, creo que mojé mis
pantalones! — Escuché al chico Flash quejarse.
Cuando
abrí los ojos la mujer me miraba directamente a la cara, el estruendo había
logrado romper el tubo por completo haciéndolo caer encima de los asientos
delanteros del camión. Ahora la última pasajera se mantenía retorcida y
colgando de los asientos con la mirada vacía puesta en mí. Di un salto del
susto y decidí abrir las puertas del camión por mí cuenta, pero no logré
hacerlo, la única forma de abrirlas era apretando el botón verde que se
encontraba al costado izquierdo del conductor, en la consola. Justo al otro
extremo de dónde me encontraba.
Me puse de pie y con miedo subí las
escaleras, me alejé del cadáver de la mujer lo más pronto que pude. Me dejé
caer en el asiento del conductor y busqué a tientas el botón. Cuando lo divisé
en la consola, lo acaricié un momento antes de decidir apretarlo. Una voz en mí
cabeza me detuvo. Si abría las puertas, el Lobo entraría con facilidad. Hasta
ahora la razón por la que seguía vivo era por pura suerte. Los vidrios de las
ventanas estaban rotos si, lo suficientemente para que varios pasajeros fueran
lanzados de sus asientos durante el primer golpe y el siguiente, ahora esos
pedazos de vidrio que aún se encontraban en las ventanas y en el parabrisas me
mantenían a salvo.
Entonces
lo comprendí. No podíamos salir, pero tampoco permanecer ahí. Apenas habíamos
podido sobrevivir a las embestidas de aquel animal. Lo único que quedaba era
tratar de sobrevivir.
Tomé la palanca de cambios y la
doblé hasta romperla por completo. Fue más fácil de lo que esperaba, el segundo
golpe la había roto más, solo bastó un pequeño tirón. Cuando la tuve en mis
manos me tiré de pecho al suelo. Podía sentir la presencia del Lobo al rededor.
Una
vez pecho tierra la criatura lanzó un bramido al no encontrarme. Sabía que los
toros no podían ver el rojo, que esa creencia popular era falsa, lo que no
sabía es si los lobos padecían del mismo mal óptico.
Avancé pecho tierra pasando por
debajo de la mujer empalada y el charco de sangre. Escuché un crujido afuera e
intenté no alarmarme. Seguí avanzando hasta donde estaba el chico Flash, quién
seguía tirando de su brazo.
—Lo haremos rápido — Dije y este asintió
con la cabeza. Para entonces el miedo ya empezaba a consumirlo
—Es un lobo cierto...— Dijo
nervioso — Hubiera preferido que fuese un Toro — Comentó mientras yo colocaba
la palanca de velocidades para hacer fuerza y separar los asientos — los lobos saben
cazar, distinguen la sangre en su nariz. —Pues todo mí peso en la palanca y por
milagro los asientos cedieron. El chico Flash sacó el brazo de un tirón
—Gracias
Cuando
ambos estuvimos libres para movernos otro gruñido del Lobo se escuchó por la
avenida, helando el viento. Ambos sobrevivientes nos tiramos al suelo.
—No podemos salir ni permanecer
aquí —Repuse tratando de poner a tanto a mí único compañero.
—Esa cosa venía siguiendo a la
chica ¿no? —Atino a decir el chico Flash. — Viste de Rojo también.
—¿Los lobos ven el rojo? — Me
aventuré a preguntar —¿Los atrae?
—Ni idea.
Ambos nos quedamos callados, no
teníamos ningún indicio de por dónde empezar a planear un plan de escape.
Entonces surgió otra duda en mí.
—Oye, estamos sobre la avenida
¿Debe de pasar algún conductor en cualquier momento no?
—No sé si lo hayas notado, pero
llevamos más de quince minutos aquí estancados y ningún auto se ha escuchado
pasar o acercarse.
—Pero en teoría debería de pasar
alguno ¿no?
—Supongo que en situaciones
normales sí. ¿Eso es sangre? — Chico Flash señaló mí antebrazo izquierdo, ahí
donde la sangre de la mujer había manchado mí chamarra rojo brillante a un rojo
sangre.
—Si. Y la de mí brazo también por
si pensabas preguntar.
El chico no dijo nada solo se me
quedó mirando por un largo tiempo hasta que otro crujir nos sobresaltó.
Como si está hubiera sido la señal
que buscaba, este se puso de pie, se quitó la gorra de encima y empezó a andar
por el camión. Yo solo me le quede viendo en espera de lo peor. Chico Flash
caminó desde nuestro punto, dos filas antes de la última, hasta la consola del
conductor sin que el Lobo hiciera ningún ruido, luego regresó a dónde estaba
yo.
—Debe ser el color rojo — Argumentó
— Tu turno.
Por
un segundo me pareció que se había vuelto loco, pero aun así accedí a quitarme
la sudadera y caminar. Si mi vida depende de perder mí chamarra favorita,
seguro no tendría problema alguno con aquella pérdida.
Al ponerme de pie observé por las
ventanas rotas si se encontraba aquella criatura mirando... no la hallé. Llegué
hasta la consola con la vaga esperanza de que aquella teoría loca funcionaba,
pero mí falsa esperanza desapareció cuando la criatura cayó al capo del camión
y sus ojos se posaron en mí momentos antes de que con una zarpada terminara de
romper el parabrisas.
El estruendo de los vidrios al
romperse me congeló. Estaba seguro que moriría ahí. El Lobo me miró y movió
aquella cola peluda que parecía aguijón de derecha izquierda como mí perro
cuando le doy un premio por realizar un truco, pero a diferencia de Junior, el
movimiento de la cola fue más lento y elegante como la de los gatos. Su hocico
se abrió mostrándome una sonrisa repleta de colmillos y dientes afilados llenos
de carne y sangre. Estaba muerto sin duda.
El Lobo dio un paso pequeño hacia
mí como si disfrutará de cada momento de pánico en mi ser, puso su pata sobre
la consola y se preparó para atacar. Me estremecí al ver como su gran hocico se
abría de par en par mostrándome todo el esplendor espeluznante de sus fauces.
—¡No! — Escuché gritar al chico
cuando el Lobo se precipitó para engullirme. Yo solo pude levantar los brazos y
hacerme pequeño cuando una ráfaga de aire cruzó por mí costado derecho.
Esperando mí muerte escuché un
ruido raro frente a mí, como un gruñido sordo y atorado, apenas un quejar
pequeño. Abrí los ojos y observé la hilera de dientes afilados frente a mí, a
unos centímetros de devorarme, pero con la palanca de cambios incrustada en la
parte superior e inferior de las fases del Lobo impidiéndole cerrar la mordida
—¡Rápido! ¡Las llaves! —Me gritó el
chico Flash quién ya se encontraba tratando de abrir la puerta de emergencias,
en la parte trasera del camión.
Aún atemorizado por la presencia
del Lobo que se encontraba luchando por deshacerse de la palanca de cambios, tomé
las llaves y corrí hacia la puerta de emergencias, le entregué las llaves al
chico, esperando con desesperación a que abriera la puerta. Escuchaba el latido
de mí corazón retumbar como un tambor en mis adentros ante la criatura que se
encontraba peleando desde el capo del auto.
En un impulso por no perder mí
chamarra la tomé del suelo junto con la gorra de Flash, un segundo antes de
escuchar un crujido. El de la palanca de cambios ser destrozada en el hocico
del animal.
—¡Abre ahora esa puerta! — Grité al
ver al animal libre, capaz de morder nuevamente a diestra y siniestra decidido
a destazarnos.
La criatura entro al camión con
lentitud, la luz de este me permitió ver su pelaje plateado en todo su
esplendor, manchado de sangre por toda la mandíbula y patas delanteras. El Lobo
se detuvo sin apartar la vista de mí para olfatear a la mujer empalada y sin piedad
la mordió desde las piernas hacía la mitad del tórax desgarrando el cuerpo. Los
órganos de la última pasajera cayeron al suelo en un golpe sordo cuando el animal
engulló lo que tenía en el hocico. Luego fue por estos y la última parte de la
mujer que le faltaba por devorar. Cuando terminó escupió el anillo de la mujer
como si algo le hiciera devolver el estómago.
El aro de plata fue a parar hasta mis pies y aprovechando la distracción
del Lobo por el mal sabor de este, lo tomé. No por qué creyera que me sería
útil, o por qué lo quisiera de verdad. Lo tomé por mero impuso un segundo antes
de que el Lobo nos mirase nuevamente decidido a ir por nosotros.
—¿Ya abrió? — Pregunté
—Esta atorada — Sentenció y yo me
volví hacia el para ayudarle, entre ambos empujamos la chapa para que la puerta
cediera mientras el Lobo caminaba con torpeza entre los asientos angostos. — ¡Rápido!
—El Lobo ya iba a la mitad del camión —¡Joder ábrete! —La criatura se lanzó con
un salto sobre nosotros cuando la puerta cedió de golpe haciéndonos caer al
suelo de la avenida, dejando al lobo atorado en la puerta. Apenas su cabeza
pudo salir por la puerta de emergencias.
—¡Rápido, vámonos! — Me apresuré a
ordenar cuando nos pusimos de pie y le tendí la gorra al chico. El Lobo
empezaba a retroceder para embestir nuevamente la puerta de emergencias.
Echamos
a correr hacia el puente a unos ochenta metros del camión. El Lobo logró salir
e inició a correr sobre la avenida hacia nosotros. La avenida parecía desierta
de gente más no de autos, estacionados como si de pronto todos hubieran
decidido dejarlos ahí abandonados. La bruma de la noche había descendido desde
el momento en que habíamos sido atacados por el costado derecho del camión,
ahora parecía estar más densa.
Corrimos entre los automóviles con
el animal detrás chocando con algunos de estos. El chico Flash no paraba de
abrir las puertas de los carros para ganar tiempo con la torpeza del Lobo
gigante al pasar.
—¡Corre, deja de abrir las puertas,
eso te retrasará! —Le grité, pero él siguió haciéndolo hasta que tropezó y cayó
de espaldas.
Me detuve por un segundo
esperanzado de que en cualquier momento se pusiera de pie, pero esto no pasó, el
Lobo seguía avanzando y sabía que no podía regresar a ayudarlo.
A unos diez metros el Lobo detuvo
su andar y empezó a olfatear por el asfalto, Yo me había detenido a unos cinco
metros de donde el chico Flash había caído. Debatiendo internamente en largarme
o ir a su ayuda. Miré hacia donde había visto caer a mí amigo, si ahora podía
llamarlo así, después de todo, él me había ayudado a no morir en las patas y
colmillos de esa criatura, está ya había avanzado unos dos metros más hacia la
ubicación del chico. Entonces lo vi, oculto debajo de un automóvil y arrastrándose
hacia la siguiente hilera de autos a su costado. El Lobo caminó un metro más y
su nariz parecía llevarlo directamente hasta su víctima. Si no hacía nada,
aquella cosa llegaría hasta el chico Flash en cuestión de segundos. Entonces me
acordé de las palabras del muchacho.
"Bandera
roja"
No sabía si los lobos se sentían
atraídos por el color rojo en realidad, pero si sabía que la sangre si les era
irresistible y yo estaba manchado de sangre...
—¡Lobo tonto! — Grité cuando esté
se encontraba a dos autos de mí amigo — ¿Te gusta la sangre?— Pregunté lo
suficientemente alto para captar su atención —¡Pues ven por mí! — Ordené
mientras hundía mi pulgar en la herida de mí brazo.
La sangre empezó a brotar de esta
tan rápidamente que el Lobo no pudo evitar gruñir y salir disparado hacia mí.
Por supuesto, con las bolas en la garganta eché a correr por mí vida. Corrí
hacia el puente con la criatura detrás. por un segundo pensé en ¿qué otra
alternativa tendría? Después de todo meterme por entre las calles solo me haría
entrar en un laberinto y por lo visto no había rastro de personas en todas las
casas aledañas, como si la bruma o la noche las hubiera desvanecido.
Escuché otro gruñido tras de mí y
esto me sacó de mis pensamientos, debía seguir corriendo. Por fortuna, aunque
no practicaba ningún deporte, correr se me daba bien.
A unos diez metros frente a mí se
encontraba el puente, entonces comencé a correr con más fuerza. La única
salvación que tenía era lanzarme al río con toda la esperanza de que el Lobo
abandonara todo instinto de cacería y se olvidara de mí.
Cuando estuve a punto de emprender
la subida del puente, olvidé que este se empina con rapidez mediante la subida,
lo que me hizo tropezar y caer al asfalto. El Lobo se detuvo a dos metros de
mí. Apenas pude girar mí cuerpo para mirar sus ojos rojos nuevamente. El Lobo
camino con la misma delicadeza con la que lo había hecho en el camión. Me
mostró sus dientes y atacó.
Como pude logre girar por el suelo
evitando la mordida a unos centímetros de mí. El Lobo se alzó y nuevamente
lanzó la mordida, pero esta vez no me salvé por completo. Sentí un rasguño en
la espalda. Por tercera vez el Lobo se alzó para devorarme de cuerpo completo,
cuando una bocina de auto sonó insistentemente, logrando que el Lobo se
detuviera.
Una camioneta se precipitaba a toda
velocidad sobre nosotros. Apenas pude dar otro giro para evitar ser atropellado
por esta, quién terminó por golpear al Lobo llevándolo puente arriba en
dirección a la barricada del costado derecho. El Lobo puso opresión al empuje
del auto, pero este volvió a gruñir con el acelerador dándolo todo. La criatura
cedió unos metros y volvió a oponerse. Me puse de pie y observé la escena. Una
bestia enorme y peluda luchando con otra bestia de metal. El asfalto se quebró
bajo las garras del Lobo que seguía siendo arrastrado por la camioneta. No sé
si lo lograría, aunque deseaba que así fuera.
—¿Me echas una mano? — Escuché decir al chico Flash desde el asiento
del copiloto de la camioneta. Yo solo
pude asentir.
Rápido corrí hacia los autos e
intenté abrir algunos, para mí suerte solo tuve que intentar con dos autos hasta que el tercero cedió. Un Escord blanco.
Entre al auto, las llaves
permanecían en su lugar, gire de estas y el automóvil se encendió, incluso la
radio. Entonces salí de la fila de autos varados y fui a apoyar al chico Flash
empujando de este por la defensa trasera. Sentí como lentamente nos movíamos
hacia enfrente, apreté el acelerador con tanta fuerza que cuando la bestia
cedió y cayó al río, la camioneta se fue con este.
Ambas bestias cayeron al río y yo
detuve la marcha. El chico Flash se encontraba en la camioneta y un sentimiento
de culpa se apoderó de mí. Intenté gritar su nombre aún adentro del Escord pero
ni siquiera eso le había preguntado.
—¡¿Chico Flash?!— Grité y un golpe
en la ventana del conductor me hizo saltar del susto. Ahí estaba con la palma
de la mano en toda la ventana. sucio y con la gorra rota.
Salí
del auto y lo abracé sin pensar en si debía o no.
—Eso ha estado cerca ¿no? — Comentó
cuando nos separamos. Yo solo guardé una sonrisa torcida.
En el río, el Lobo aún se mantenía
peleando con la corriente en contra y la camioneta estorbándole los intentos de
salir a flote. Ambos chicos nos acercamos a la orilla del puente a mirar la
escena.
—¿Crees que salga? — Pregunté a mi
acompañante cuando el agua del río se removió con violencia de manera poco
natural, las oleadas del río se alzaron dejando salir de la superficie unos tentáculos
de unos quince metros de altura que se entretejieron entre sí para sumergir al
gigante Lobo y la camioneta hacia el fondo del río. — Creo que eso quiere decir
que no ¿verdad? —Me giré a preguntarle al chico Flash, pero este había
desaparecido.
A mí lado, en el suelo se
encontraba su gorra nada más.
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