EXILIO || CAPITULO 4
Capítulo 4
Buscar
trabajo es una mierda enorme. Una mierda que me mantiene ocupado. Ya ha pasado
un mes desde que papá no llegó a cenar. Mamá empieza a salir más, a reírse de
las cosas graciosas que ve por televisión. Empieza a hacer planes con sus
nuevas amigas. Si nuevas. Desde que él ya no está, se ha metido de fondo a la
iglesia. Ahora me obliga a ir cada domingo a misa. Lo detesto, pero lo hago por
ella.
En
cuanto al trabajo y el dinero, nos las hemos apañado con los ahorros de mi
padre y algunos que otros trabajos que las vecinas y vecinos me piden que les
haga: podar el pasto, sacar a pasear al perro, ayudarles con las compras,
arreglar el lavabo, ir por ropa a la lavandería, incluso Beatriz, una de las
nuevas vecinas de la colonia y la chica que conocí mientras corría con Rico, me
ha pagado por ciertos "favores". Me siento una mierda por tener que
recurrir a esos "favores" para conseguir un poco de dinero, pero no
hay empleo para alguien como yo. No uno que nos dé para mantener a mi madre,
rico y la casa. Tener solo la preparatoria da asco, ahora lo da. Debí haber
sido contador o ingeniero como mi padre quería.
Beatriz
me ayuda mucho en no pensar, no pensar en la vida y en la muerte. Me gusta
estar con ella, supongo. Placer y olvido. Aunque todo se haya dado tan rápido.
Después
de ese día en el parque. Seguimos encontrándonos por unos días. Casi por
casualidad. Aunque si soy sincero, después de ver los beneficios que me
otorgaba pasear a mi mejor amigo canino, decidí hacerlo más seguido. Aumentando
las posibilidades de encontrarme con Bea. Aunque claro ya tenía su número...
En
todas las películas románticas que he visto los chicos no llaman a la chica al
otro día de conocerla o ¿sí? No quería parecer urgido «aunque ella me provocará
pensamientos que mi madre no vería con buenos ojos» así que está era mi forma
de coquetear. Seguir forzando a mis pulmones y cuerpo a correr aun cuando mi
condición está por los suelos.
Y
así sucedió, al tercer día tropecé con ella. Bueno Rico lo hizo. Al estar ciego
mí perro y yo, estando pensando en las curvas de esa chica no medimos la
distancia. Íbamos tras ella para sorprenderla, pero la correa de enredó entre
las pastas de mi amigo haciéndolo caer y llevándome con él. Al caer al suelo
ambos logrando llamar la atención de Beatriz quien acudió a nuestra ayuda.
—
¿Estás bien? — nos pregunta cuando llega a nuestro rescate con una sonrisa en
el rostro. Lo cual sé que es por la escena.
—
¿Eh? —logro decir mientras Rico ya está encima de mi lamiéndole el rostro. —Sí,
bueno eso creo
Beatriz
me extiende la mano y me ayuda a ponerme de pie, apenado sonrió y ella hace lo
mismo, «objetivo logrado» pienso.
Después
de ello decidimos ir por un helado, donde el coqueteo no fue cosa de segundo
plano. Hablamos y nos conocimos un poco mientras Rico olía el pasto y hacia
amigos con otros perros. Le conté de mi padre, y ella me contó sobre su recién
mudanza y las interminables cosas que aún le faltaba por acomodar. Fue ahí
cuando me pidió que le ayudará a desempacar unas cajas, yo acepte de inmediato.
Solo tenía que dejar a Rico en casa e inventar alguna escusa. Y hacia lo hice.
Mi
madre no me cuestionó mucho sobre mi repentina salida, ya que le dije que una
vecina me había pedido que le ayudará en cambiar su tanque de gas «escusa
barata pero funcional»
El
departamento de Beatriz no se encuentra muy lejos del parque, a lo mucho un par
de calles. Es una dona departamental, en el edificio 5B departamento 13.
Al
llegar a este, respiró hondo quitándome los nervios, es decir, yo inocentemente
creía que íbamos a desempacar. Gran error, lo que hicimos fue mucho mejor.
Ella
me recibió como a un viejo amigo, con una camisa blanca y jeans, con el cabello
suelto y recién lavado. Me invitó a pasar y me señaló las cajas que había de
desempacar, me ofreció un poco de agua mientras yo empezaba a abrir las cajas.
La única que abrí contenía un conjunto de lencería negra que no pude evitar
observar como niño tonto y lujurioso.
—
¿Te gusta? — la voz de Beatriz me llegó desde el marco de la cocina. Serena y
con un toque de jugueteo.
—Lo
siento— me obligó a dejar la lencería en la caja — no era mi intención — al
verla en el marco de la puerta noto que ha desabotonado todos Los botones de su
camisa, su abdomen desnudo y sus pechos escondidos bajo un sostén blanco con
encaje me invita a no quitarle la mirada de encima.
—Sé
que no era tu intención — me dice y empieza a caminar hacia mí. Me toma por la
playera de Mario Bross que llevo puesta y me jala hacia ella. Pude sentir sus
pechos contra el míos mientras sus labios se acercaban a mi oído para
susurrarme algo — pero la mía sí.
Beatriz
comienza a besarme el cuello mientras baja su mano de mi hombro hasta mi
pantalón. Yo no puedo pensar en nada más que no sea hacerle el amor ahí mismo.
Y no me detengo ante ese deseo.
Esa
fue la primera vez que la excusa de hacerle favores fue mi salida. Un escape al
fantasma de mi padre.
Lo
nuestro es puro sexo y Beatriz insiste en darme algo de dinero por nuestros
encuentros como un apoyo. Le he prometido que se lo pagaré cuando tenga un
trabajo, pero ella se niega a qué lo haga.
Mis
tíos nos visitan más seguido que nunca. Ellos también nos ayudan con la
cuestión del dinero. Aunque mi madre siempre diga que no deben de hacerlo,
ellos lo hacen por gusto más que por cualquier otra cosa en el mundo.
El
tío Félix, es el que viene más seguido. Cada tercer día nos visita para cenar.
A veces pienso que mi tío viene a cenar porque no tiene a nadie. Es decir,
nunca le he conocido ninguna mujer o aventura. El tío Félix es un misterio para
mí.
—Tu
tío no es gay —Me responde mi madre cuando me atreví a preguntarle por la vida
amorosa de mi tío.
—Nunca
fue mi intención insinuar que lo era, pero ¿Lo es?
Mamá
me lanza una mirada significativa, una mirada asesina.
—No
lo es Hugo, deja ya de hacerte ideas bobas en la cabeza.
—
¿Ideas bobas?
—Si.
El creador no hizo a los hombres para que amaran a otros hombres, ni a las
mujeres para que amen a otras mujeres ¿entiendes?
—
¿Ósea que el creador odia a los homosexuales?
—
¡Hugo! —Mi madre me da un golpe en la nuca. Ambos estamos en la sala viendo
televisión.
—Está
bien mamá, ya entendí — Miento, la verdad es que no entendía como el creador
podría decirnos en los textos sagrados que amemos a nuestro prójimo, y luego se
oponga a que hombres y mujeres amen a otros hombres y mujeres
—Entonces
no es gay...
—No.
Lo que pasa con tu tío es que no ha encontrado a la mujer ideal.
—
¿Ideal?
—Si
Hugo, ideal.
Quise
preguntarle a mamá cómo es que mi tío sabría cuál sería la mujer ideal para el
si nunca salía con mujeres, pero me fue imposible. El tío Félix había llegado a
cenar.
Al
abrir la puerta me encuentro con él, ambos sonreímos. Él me extiende la mano
para saludarme, le tomo de la mano y lo invito a entrar. La cena de hoy es
macarrones con queso y pizza.
Lo
que más me gusta de mi tío Félix es que cuando viene a cenar con nosotros es al
igual que mi padre, siempre tiene algo que contar, claro no es tan bueno como
mi padre pero al menos, escucharlo me hace sentir como si mi papá estuviera
aquí con nosotros, a veces, cierro los ojos y trato de imaginarme a mi padre en
el lugar del tío Félix. Imagino que su voz es la voz de su hermano. Lo imagino
con nosotros. Le extraño.
Mi
madre siempre se ha llevado bien con los hermanos de mi padre, quiero pensar
que cuando mi tío encuentre a la mujer ideal, aún vendrá a cenar con nosotros
los lunes y los jueves.
Cuando
acabamos de cenar, el tío Félix me da una palmada en la espalda mientras ayuda
a recoger los platos.
—Y
bien Hugo, ¿Ya has encontrado trabajo?
—No—
Respondo apenado. Mi tío es arquitecto, mientras que mi padre era contador o
algo así. Tenía una oficina... Pero bueno, supongo que esperan que yo llegue a
ser alguien a la altura de ellos. —He estado haciendo unos cuantos trabajos,
particulares, nada oficial aún.
Claro
omito decir que me acuesto con una chica por dinero.
—
¿Y has pensado en retomar la universidad?
¿Retomarlo?
Ni siquiera había podido ingresar a alguna. Por lo cual no respondo. Mi tío se
da cuenta que aquella pregunta me ha incomodado un poco, o, a decir verdad,
mucho.
—
¿Sabes? Recuerdo que Lalo decía siempre que eres un gran conductor, ¿Te gusta
conducir Hugo?
No
sé a qué viene esta sarta de preguntas incómodas, pero si sigue así supongo que
le responderé con otra pregunta que le incomode a él. « ¿Tío usted es Gay?» Tal
vez...
—Si
me gusta conducir. —Respondo
—Me
alegro por ti. ¿Sabes? Tengo un amigo que puede darte un trabajo de chófer por
si te interesa.
—Eso
suena bien Hugo. — Mi madre entra al juego. Por alguna razón creo que ambos se
han puesto de acuerdo para conseguirme un trabajo.
—No
lo sé tío, tengo que pensarlo...
—Hugo
no tienes que pensar en nada, es el empleo perfecto para ti. —Dice mamá.
Por
su tono de voz sospecho cree que las deudas pronto nos consumirán si no
encuentro empleo de inmediato
—Es
un empleo de medio tiempo, pagan bien y tendrás tiempo de hacer tus cosas,
incluso podrías ir a la universidad
—Primero
tengo que entrar a una— Respondo
—Si
tú lo deseas yo podría ayudarte a estudiar para que entres en alguna
—Gracias
tío, pero no sé, supongo que lo pensaré.
Mi
tío es muy amable, de eso no me cabe duda, pero a veces creo que se pasa de
amable. Tal vez lo haga porque mi padre ya no está aquí.
—Está
bien, piénsalo — Toma de su cartera una tarjeta negra y me la ofrece —Ten,
cuando tengas una decisión marca a este número y pregunta por Ignacio. Dile que
hablas de parte de Félix
—Ok
tío, lo haré. —digo sin tantos ánimos y comienzo a devorar mi cena.
Comentarios
Publicar un comentario