HISTORIAS

Sobre mi

 

 





Hola, soy Fernando Ramírez (Ferez). Soy licenciado en la carrera de Ciencias de la Comunicación, aficionado a la fotografía, he sido locutor de radio por internet y guionista para varios proyectos. Desde hace más de una década escribo novelas y relatos. Te invito a leer algunos de ellos aquí en el blog. ¡Espero te agraden! 

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¿Y las demás historias?

No entres en pánico. Tus historias favoritas están siendo corregidas y actualizadas. Pero no te preocupes, estoy tratando de ser lo mas rápido posible para que puedas disfrutar de ellas en breve.

Es por esa razón que he estado subiendo nuevas historias, quitando otras para corregir, subiendo relatos e innovando portadas de las historias.

Te invito a leer lo nuevo que se esta subiendo y compartir o comentar las entradas.

EXILIO || 0



Capítulo 0

 

Estaba desnudo frente al espejo, hacía un par de meses que no se miraba de cuerpo completo. Ahora notaba como su musculatura había aumentado y como su barba había crecido a tal grado que le picaba en la clavícula a cualquier movimiento que hiciera.

 

Había tenido oportunidad de rasurarse anteriormente pero no quiso hacerlo. Llevaba meses tratando de parecerse al sujeto que colgaba en una esquina del marco del espejo, y ahora, por fin, lo había conseguido. El joven quería que cuando aquel sujeto lo mirase, se viera a si mismo reflejado. Después de todo siempre le pareció una buena idea aquello de que los hijos son el reflejo de los padres, y cuando lo conociera, quería que aquella frase quedara a la perfección. Le gustaba saber que lo último que viera su padre sería a él mismo, apuntándole directamente entre ceja y ceja.

Torciendo una sonrisa se despidió de su reflejo y se encamino hacia la cama donde le esperaba su ropa, limpia, planchada y doblada a la perfección gracias a su nana, Fátima. Se vistió con una chaqueta color caqui de cuero, jeans y una playera vino. Tal cual, como el sujeto en la foto del espejo había sido retratado.

Sin duda, al mirarse nuevamente en este, vio en carne viva a su padre en su juventud. Alto, con una espalda ancha, atlético, de barba espesa y de candado. Sin duda podía pasar por este, excepto por sus ojos, verdosos, su tez, un poco más bronceada a comparación al otro y su cabello, menos rebelde que el de su progenitor. Igualmente, su musculatura era mayor, esto porque su padre adoptivo, le había exigido seguir un régimen severo de aumento muscular, en aquel lugar al que llamaban CENTRO.

­            — ¿Estás listo? —Preguntó su padre adoptivo en el marco de la puerta. Aquel vestía de traje negro y corbata plateada a juego. Tenía un aspecto de elegancia que él jamás podría haber igualado, puesto que aquel porte era hereditario. Su medio hermano era prueba de ello.

El joven miró nuevamente su reflejo y sonrió. Estaba listo para asesinar a su verdadero padre

 

 

°°°

 

 

Lo sintió aquella mañana. Sintió que después de salí de su casa ya no volvería más. Pero, a pesar de saberlo, de sentirlo en lo más profundo de sus entrañas, tenía que hacerlo. Era su deber.

Había dejado pasar ya mucho tiempo desde que se había dado cuenta de que tenía que intervenir. Las desapariciones de aquellos chicos que anunciaban en las noticias, así como en el boletín policial, al que estaba suscrito por correo electrónico, le habían machacado la mente por meses, no, meses no, años.

Al principio no le tomo importancia, al final de cuentas, no era la primera vez que se escuchaba que algún menor de edad había sido apartado de su familia. Pero no fue hasta hace meses que empezó a notar el hilo que conectaba a muchas de estas desapariciones entre si. Entonces empezó a investigar y seguir la corazonada que su ser le insistía en perseguir. Y así lo hizo.

Tomo su último baño de agua caliente esperando que está, le ayudase a pensar en una mejor solución para detener aquella ola de desapariciones, pero no sé le ocurrió alguna. Posteriormente se vistió, uso su camisa favorita, una de color vino con puntos blancos, de manga larga y una chamarra de piel negra que le había regalado su mujer en su penúltimo aniversario. También se colocó un pantalón negro y tenis blancos. A pesar de su edad, siempre le había gustado usar tenis, sin importar la ocasión, y aquel día, si era el último como lo presentía, no sería la excepción.

Bajó a desayunar y besó a su mujer un par de veces pensando en todo el dolor que le haría pasar después de no regresar a casa aquella noche. Tuvo que esforzarse mucho por no llorar. La amaba tanto que se odiaba por hacerle daño de aquella forma.

Luego, salió al patio trasero donde se encontraba el viejo labrador ciego que se mantenía en un sueño profundo en aquel momento. Se lamentó despertarlo, pero tenía que despedirse de él también. A pesar de no ser muy afines en el pasado, con el tiempo habían logrado querese el uno al otro. Cuando le llamó por su nombre, el perro se paró casi de inmediato moviendo la cola alegre. Gonzalo le acarició la cabeza y le susurró algo al oído al tiempo que acariciaba el collar rojo del can. Luego se apartó de él sonriendo. Antes de partir decidió subir a despedirse de su hijo, usualmente no lo hacía, pero en aquel momento necesitaba verlo una vez más antes de...

Cuando abrió la puerta lo encontró frente al televisor con el control inalámbrico en las manos y los audífonos puestos. Tuvo que hablarle para que este se diera cuenta de que su padre estaba presente.

—¿Es enserio? —Le gritó para hacerse oír, pero el chico apenas le prestó atención. Su mente no estaba ahí. Tuvo que quitarle los audífonos de golpe para que este volteara a verlo —¿Es enserio? — Volvió a preguntar — No puedo creer que sean las ocho de la mañana y tú ya estés metido en estos juegos — Le regañó.

—Iba ganando ¿Sabes? —Le contestó con descaro el muchacho, quien vestía apenas ropa interior.

Su padre lo miró por un momento, mientras el chico se ponía los audífonos al cuello. Gonzalo no pudo evitar mirarse en sí mismo. Su cabello revuelto le recordaba a suyo. No es que su hijo compartiera tantos rasgos con él, aunque si su cabello y su tez, además ambos poseían esa marca de nacimiento tan inusual.... De cualquier forma, volvió a remeter con otra pregunta.

—¿Ya buscaste algún empleo?

El chico puso los ojos en blanco, aquella pregunta se repetía constantemente entre ellos. Pero Gonzalo no podía evitarlo, desde que se dio cuenta de que sus días estaban contados, insistía en que su hijo consiguiera algún empleo para poder mantenerse en su ausencia.

—Si — Contestó en tono seco e irritado. Su padre decidió no insistir más — Al menos baña al perro, lleva meses sin tocar el agua. —Dijo dedicando una última mirada a su hijo quien solo se limitó a contestar con un "Si, claro, lo haré"

Cuando estuvo bajo el marco de la puerta y con el picaporte en la mano, decidió dedicarle unas últimas palabras a modo de despedida.

—Hugo, la vida real te espera del otro lado de la acera, no en un maldito videojuego.

Por un momento deseo abrazarlo una última vez pero su hijo ya había empezado una nueva partida.

Al salir de su casa se despidió por última vez de su mujer con un beso cálido, como los que solían dedicarse mutuamente en su juventud, cuando se habían conocido, enamorado y prometido amor eterno.

Y antes de subir a su auto le dejó a su esposa el viejo reloj de bolsillo que le había pertenecido a su padre y había pasado a ser de el tras su muerte, se permitió besarla por última vez y le sonrió nuevamente.

                         

Liliana Martin reconoció en aquel gesto la despedida, pero se obligó a si misma a mentirse, se dijo para sus adentros que lo vería nuevamente en la cena y que aquello no era más que un hermoso hasta luego.

—Te amo —Le susurró su esposo al oído, posteriormente subió a su auto y arranco para no volver.

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