HISTORIAS

Sobre mi

 

 





Hola, soy Fernando Ramírez (Ferez). Soy licenciado en la carrera de Ciencias de la Comunicación, aficionado a la fotografía, he sido locutor de radio por internet y guionista para varios proyectos. Desde hace más de una década escribo novelas y relatos. Te invito a leer algunos de ellos aquí en el blog. ¡Espero te agraden! 

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¿Y las demás historias?

No entres en pánico. Tus historias favoritas están siendo corregidas y actualizadas. Pero no te preocupes, estoy tratando de ser lo mas rápido posible para que puedas disfrutar de ellas en breve.

Es por esa razón que he estado subiendo nuevas historias, quitando otras para corregir, subiendo relatos e innovando portadas de las historias.

Te invito a leer lo nuevo que se esta subiendo y compartir o comentar las entradas.

Un incomprendido Dan || Las damas de hinor



Dan
La recamara estaba hecha un lió. La ropa tirada y zapatos esparcidos por el cuarto, eso sin contar los variados objetos, que había tirado o dejado votados sin menor preocupación por ellos, la noche anterior el chico de cabellos cortos, gafas, sonrisa fácil, sarcástico y medianamente exitoso cineasta.
En pleno éxtasis del momento, no pensó en terminar desnudo en una cama con dos mujeres, a decir verdad había pensado amanecer con más de tres. Para cuándo despertó, un dolor insoportable de cabeza le atacó, eso y el ardor de encontrar en el pecho y espalda varios arañazos.
Miró a su alrededor y se asombró victorioso de su logro. Una de las chicas estaba a su lado, con el cuerpo desnudo y resplandeciente gracias al as de luz que se colaba por el marco de las ventana entre abierta, la otra, se encontraba a los pies, desnuda también pero no del todo resplandeciente. Pues digamos que a los ojos del joven hay tres tipos de mujeres: 1) las mujeres que lucen hermosas todo el tiempo, 2) las que suele verse bellas después de unas copas y 3) las mujeres que ni con todo el alcohol del mundo podrían verse hermosas, aunque tuviesen un cuerpo descomunal. La segunda chica pertenecía al tercer tipo.
Destapó su cuerpo (o lo poco que había quedad cubierto por la sabanas durante la noche) y se colocó al borde de la cama, miró el desastre del cuarto, tratando de enfocar un poco su mirada en lo que esperaba a que su cerebro reaccionara. Observó la ropa hecha bolas en el piso del cuarto, buscó la que supuso era suya, a su alrededor encontró los vestidos de las chicas, ambos vestido color rosa mexicano. Su esmoquin se encontraba al fondo, muy cerca de la puerta. Al parecer no había llegado vestido a la cama. Se puso de pie entre un leve tambaleo, como si fuese un bebe dando sus primeros pasos. Tomó le pantalón con la esperanza de encontrar sus boxers en ellos pero no fue así, camino otro tanto por la recamar tratando de hacer el menor ruido posible. Encontró su ropa interior al borde del la ventana, intentó tomarlos pero tropezó con una de las zapatillas de las chicas haciendo que los boxers negros cayeran a la acera.
—¡Joder! — se quejó mientras se asomaba a la ventana, el aire le caló la piel y los hueso.
Se puso los pantalones y salio del cuarto, busco su camisa, chaleco y saco olvidándose por completo de la corbata. Se vistió tan deprisa que los botones de la camisa habían quedado en desorden. Tomó el resto de sus cosas y salió de ahí. Bajó las escaleras del edificio con rapidez con un poco de suerte encontraría aun sus boxers  aún en la acera. Salió sin decir nada a nadie. Corrió por la acera y cogió su ropa, para cuándo se dió cuenta no tenia ni idea donde se encontraba y además, el hecho de correr vestido de esa forma y sin ropa interior le había incomodado muchísimo sus partes nobles que se recordó evitar hacerlo de nuevo. Miró a ambos lados de la calle, la mañana era fría y solitaria, Observó la hora en su celular y notó las veintisiete llamadas perdidas, los seis mensajes de voz y unos catorce mensajes de texto. De repente se sintió la persona más buscada de Madrid. Caminó sin rumbo mientras se disponía a oír los mensajes de voz.
Dan, ¿Donde estas? Se supone que te vería en el departamento antes de la boda. No hagas una estupidez hoy.
Aquel primer mensaje era del chico con quien compartía departamento desde que llego a Madrid.
¡Dan por el amor de Dios! Dime que Isa y Helena no están contigo ¡POR FAVOR!
Con que así se llaman. Se dijo para si mismo
¡Donde coño te has metido tío! Espero que no entre las piernas de las damas de honor.
¡Dante Ramírez! Sera mejor que aparezcas con mis damas de honor en este preciso instante si no te juro que iré por ti y te cortare las bolas!
El joven bajo de inmediato su mano hasta tocarse el bulto por debajo del pantalón para comprobar que una sus bolas estuviesen en su lugar, sonriendo al encontrar su miembro en perfecto estado.
¡Hijo de puta! Mira qu...
Dan pasó  de largo los últimos dos mensajes, evidentemente había cabreado a la novia de su roomie y el resto era historia, pero su sonrisa permanecía victoriosa. Maggi nunca fue su favorita para terminar siendo la mujer de su amigo, ambos se odiaban y de no ser por que Saúl, que siempre se ponía de por medio, seguramente en lugar de boda se hubiera presenciado un funeral, dónde Dan terminaría de nuevo en la cama de las amigas de Maggi.
A simple vista Dan era un mujeriego, bebedor y caprichudo joven de treinta dos años quien nunca se ha enamorado de verdad o al menos eso es lo que el trataba de que los demás vieran de él. Aunque vivía en España desde hace más de una década, su verdadera nacionalidad estaba en México. El cuál dejo después de ganar una beca para continuar sus estudios en Asturias de donde una vez terminado su ciclo como estudiante decidió mudarse con Saul a Madrid. Desde el primer momento en que piso tierras europeas decidió que cambiaría todo respecto a lo que el era en México. Se formó una nueva personalidad. Una personalidad al estilo IRONMAN y no le había ido nada mal hasta el momento.
Durante el ultimo año de la carrera Dan se topó con la persona correcta quien le daría la oportunidad de convertirse en la promesa del cine. Y así fue como en poco tiempo se colocó entre los más reconocidos cineastas emergentes. Logró generar una gran fortuna gracias a tres películas que habían recusado el tripe de lo gastado en la producción vendió varios guiones para otras tantas y otro tanto de su fortuna venia directamente de su padre. A quien por cierto odiaba.
Mientras tomaba el subterráneo Dante cayó en cuenta de que no podía llegar directamente al departamento dónde seguramente Saúl y Maggi estarían esperándole, le reclamarían sin duda el fracaso de la boda, después de todo él era el padrino y el encargado de cuidar el anillo... ¡El anillo! El IRONMAN moderno rebuscó en sus pantalones y en el saco, buscó en la camisa y una vez mas en el pantalón. ¡El anillo había desaparecido! Mejor dicho, había sido tan descuidado que lo había perdido entre el transcurso de la noche. El anillo pudo haber significado una vía de escape, pudo haber sido su salvación ante el diluvio que sin duda se le vendría encima al regresar.
Tranquilo, no es el fin del mundo. Mira que si los mayas se equivocaron ¿por que la vida se acabaría hoy por un estúpido anillo? se dijo, mientras repasaba los acontecimientos de la noche anterior. No lo logró.
Para cuándo llegó al departamento con la fachas que se cargaba abrió la puerta y caminó directamente hasta su cama, al llegar cayó directamente boca abajo ahogando un grito. No tardo mucho tiempo en oír a su amigo entrar a la recamara.
Saúl era una de las pocas personas que a la cuál no había hartado con su actitud de niño caprichudo a que todo le salia bien, aunque seguramente esta última seria la que derramaría la gota del vaso. El joven era columnista de unos de los más importantes periódicos de Madrid. Poseía una barba larga y cabellos rizados, cejas pobladas y mirada verdosa.
-—¿A que te las has cogido toda la noche? — Dijo Saúl al poner el primer pie descalzo en el cuarto de Dan.
—¡Tío, soy la leche! — contesto el joven cineasta tratando de sonar lo mas despreocupado posible.
—¿Por qué?
— ¿Por qué, que?
—¿Por qué, precisamente la noche de mi boda? Es más, ni a la noche llegarón ¡Joder que te las has cogido desde las tres de la tarde! ¡Coño!
-—Tenia tiempo sin "desahogarme"
La respuesta de Dan no le dio ni un poco de consuelo a Saúl, quién puso ojos en blanco, mientras cruzaba los brazos tratando de recordar por que seguía siendo amigo de un gilipollas cómo aquel. Un segundo después camino hasta el ropero de donde sacó dos maletas y empezó a empacar las cosas de Dan en ellas.
—¿Pero que chingados haces? — Pregunto Dan al ver de lo que estaba sucediendo a su alrededor, su sorpresa le hizo perder el acento español.
—¡Te salvo la vida! Y de paso ¡la miá!
—¿A que te refieres?
—Maggi no tardará en llegar, ya nos has arruinado la boda y todo, y si te encuentra aquí te va castrar, créeme que no quieres eso, además, te aseguro de que yo no me opondré esta vez. Te lo dije tío, NO HAGAS UNA ESTUPIDEZ, no me hiciste caso así que afronta la situación. — Saúl tomo aire mientras meditaba lo que estaba a punto de decir, no había sido una decisión fácil — Dan tu ya no puedes vivir aquí, necesito que te vallas hoy mismo... y sobre lo del anillo... —suspiro —olvidalo ¿Sabes? Solo vete.
Dicho esto, salio de la habitación dejándo al mujeriego solo en la habitación con la ropa a medio empacar. Dante se quedo atónito, al parecer ya su suerte empezaba a abandonarle. Sabia perfectamente que aunque su cometido todo el tiempo había sido arruinar la boda de su compañero de piso. Maggi seguramente jamas se lo perdonaría y por alguna razón (Saúl) no había llamado a la policía ni al FBI para que lo buscarán y una ves localizado ejecutarlo de la manera mas dolorosa posible. Posiblemente las torturas medievales como: el toro de bronce del cual uno salia hecho cenizas, la cuna de judas...de tan solo pensar en esta clase de tortura, dónde no te duele por el orgullo si no el orificio por donde ... lo que si podría asegurar es que ninguna de ellas seria rival para lo que la prometida de su amigo tenia preparado para él.
Tenia que huir por le momento o al menos hasta que a la mujer se le pase el coraje. Aunque como bien se suele saber, las mujeres jamas olvidan y Maggi no era la excepción.
La primera ves que Dante se encontró con Magdalena fue durante su primer año en la carrera. Él apenas había llegado a Asturias. A su llegada como suele pasar se le fue asignado un tutor, este fue Saúl, quien ya llevaba un año de universidad. Saúl le mostró la institución que desde aquel momento no solo seria el lugar donde se formaría como cineasta sino que también, era su nueva casa. Su nuevo hogar.
Aquel día, durante el recorrido Dan se fijo en una chica de cabello lacio y negro, ojos grandes y labios rojos. La chica se encontraba en la explanada central de la universidad. Platicaba con sus amigas de curso y bebia una malteada de fresa. Vestía una vestido largo floreado con una zapatillas deportivas rosas. Ambos cruzaron por un momento miradas y eso basto para que el recién llegado se animara a hacerle la platica. Así que sin pensarlo se paró en seco, paso del recorrido y de Saúl y fue directamente hasta ella. Camino con porte de galán de telenovela, aquella postura que había practicado tantas veces durante su años de bachillerato. Mirada arriba y llena de confianza, reafirmando con una sonrisa coqueta y de cierto modo discreta. La sensualidad de una sonrisa blanca y a paso firme llegó hasta donde se encontraba ella. La miro fijamente a los ojos negros, le sonrió aún más y después se aclaro la garganta.
— ¿Podría decirme usted, linda señorita,bsi es que me encuentro en el cielo? — Maggi se ruborizó por un momento mientras le dirigía una mirada nerviosa a sus amigas. Soltó una pequeña risa mientras intentaba buscar una respuesta que no la hiciera parecer una chica más que se deslumbra ante un chico seguro y directo como él.
Dante no era el más guapo del mundo como para poder lograr conquistar a las chicas con tanta facilidad, pero si algo había aprendido antes de viajar a Europa, es que no necesita ser el espécimen perfecto lleno de testosterona, músculos, ojos azules y cabello rubio para lograr se el "príncipe" que toda mujer busca en su vida. Dan no es para nada un príncipe, en ninguno de los sentidos posibles, es más bien el típico patán que solo busca acostarse con la primera mujer que cayera rendida a sus pies. Dan lo único que había aprendido para lograr tal efecto era saber actuar cómo él hombre perfecto.
— ¿El cielo? Dudo que tíos como tu vayan al cielo. — La respuesta de la chica causo en Dan cierto tambaleo en las ideas. Usualmente las chicas se ruborizaban y reían dejando que él siguiera la platica. Sin duda debería de cambiar un poco su primer plan por que 1) las chicas como ella suelen fingir no estar interesadas pero en realidad lo están y 2) el no se iba a dar por rendido.
—Entonces, según tú ¿A dónde van los tíos cómo yo? O ¿Acaso tu eres una pequeña diablilla?—Tajada perfecta. Si la contestación de Maggi había sido pura finta y realmente no tenia nada más con que defenderse el podría asegurar la partida.
— Tu dime, no te conozco de nada y seguramente eres de aquellos que creen que una sonrisa perfecta y la actitud de galán,:son todo lo necesario para asegurar tener a la chica que quieran entre sus piernas. —Ella sabia quien era Dante Ramírez con tan solo unas cuantas palabras que habían cruzado
—¿Crees que soy todo un galán? — Dicho esto sus miradas se cruzaron y Dan aprovecho para sonreír otro poco, en pocas palabras, dedicarle una sonrisa coqueta.
La mira que Dan tenia no era la más perfecta del mundo, obviamente, pero sin duda sus ojos marrón claro y las cuencas de sus ojos, formaron la ilusión perfecta entre un encantador niño de ocho años y un hombre seguro de si mismo. Algo que a la chica le atraía de cualquier hombre.
Maggi, la mujer de los planes a futuro. Ella cómo cualquier chica había soñado con un príncipe durante su infancia, aquel hombre que llegaría a presentarse con toda la actitud de un gladiador, con la mirada llena de sueños que compartiría con ella, con deseos de amarla y respetarla, con un cuerpo espectacular, digno de un modelo de revista y sonrisa perfecta. Para fortuna de ella, Dante no se acercaba a tener un cuerpo atlético, pero al menos estaba en forma, si no de lo contrario ella abría caído rendida a sus pies más fácilmente. Pero antes de darle una oportunidad de escurrirse por debajo de sus sabanas y contarle las pecas de su cuerpo, él debería pasar la prueba de fuego. Una prueba que ella misma habia inventado. Aunque realmente la dichossña prueba jamás había sido usada en el pasado, así que seguramente ni ella misma sabría cómo evaluar la situación.
El primer paso de la prueba era ver que tanta importancia le daría a ella, si es que se esforzaría por continuar conquistándola aun cuando ella ya se mostrara desinteresara en lo absoluto.
— No te considero nada.— Dijo de la manera mas tajante que pudo
— Pues deberías considerarme. — Dan se tomo la libertad de desviar su mirada hacia las demás chicas, sin pensarlo les sonrió — Chicas ¿me permiten seguir esta platica a solas?
Ellas se ruborizaron y de inmediato soltaron risas nerviosas y se dieron a la fuga. Maggi torció una sonrisa que desapareció de inmediato. Dan no era el mejor partido hasta ahora en su vida pero parecía dispuesto a serlo y eso a ella le gustaba.
—No quiero parecer un patán — Dan empezaba a usar su arma mortal, aquella con la que había nacido y dotado de una gran habilidad para su uso. La mentira. — Pero realmente no puedo evitar dejar de mirarte, es por eso que me he acercado a ti, eres hermosa en verdad y no me molestaría, si es que a ti no te molesta claro, conocerte mejor. ¿Te gusta bailar?
Las fibras del cuerpo de la chica vibrarón retumbarón como las cuerda de una guitarra, se desplazarón y volvierón a su lugar de origen. Y como no, el baile es una de las cualidades que toda mujer busca en un hombre. No en vano existe aquel dicho: "Si sabe moverse en la pista, sabe moverse en la cama"
— Decirme que no eres un patán, solo denota que en realidad lo eres. Y si me gusta el baile.
— ¡Perfecto! Vamos a bailar y te demostrare que no soy el patán que tu crees. ¿Que dices?
Magdalena se lo pensó por un segundo ¿Realmente le gustaba ese sujeto? No lo sabia aún, asi que decidió averiguarlo.
— Si acepto... ¿me dejarás en paz de una buena vez?
— Solo si después del baile aún deseas que te deje en paz.
Años atrás jamás se habría aventurado a invitar a una chica a algún baile o aceptar bailar, simplemente es una acción que  Dante jamás aceptaba con gusto. Pero esos días habían quedado atrás, ahora era otro. Ya no era el de antes, aquel que deseaba dejar sepultado tres metros bajo la tierra pero jamás podrá hacerlo. Él nuevo y él viejo Dan era el mismo. Ambos formaban un todo y un nada. Por un lado el chico de antes era soñador y tenaz. El Dante de ahora era terco, astuto y mentiroso, una mente maestra para planear jugadas audaces con el único fin de llegar hasta sus metas más oscuras. Hasta a él mismo le sorprendió al inicio darse cuenta del gran cambio que había dado, pero jamas le molestó o le perturbó, al contrario, le encantó.
—Y bien, ¿Me dirás tu nombre? — Soltó la chica antes de huir del lugar — Digo, al menos quiero saber con quien iré al bailar hoy en la noche. O acaso ¿Quieres que te siga llamando Patán?
— Dante, Dante Ramírez Amezcua —Respondio el cineasta revelando su segundo apellido, uno que lo unía a Madrid desde el legado de su familia materna y que ahora, en tierras europeas, pronunciaba con orgullo.
La escena de la película El Resplandor de pronto en su mente se visualizo con ligeros cambios, ahora en lugar de la mujer en la ducha se encontraba Dan, y el hombre con el cuchillo se había convertido en la encantadora Maggi, sádica, orgullosa y vengativa choca del baile, que estaba dispuesta a matarlo. Nada alejado de la realidad que le esperaba. Había hecho la mayor estupidez de su vida, o al menos la mas reciente. Antes de irse de aquel departamento en el cuál había vivido los últimos cinco años de su vida después de la Universidad, dónde infinidad de mujeres habían desfilado por el pasillo desde la puerta hasta su habitación, desde su habitación a la ducha, de la ducha a la cocina y de la cocina a donde fuese, no importaba el lugar para tener  un buen polvo. Para Dante, aquellos días habían quedado atrás o al menos lejos de ahí. Pero no podría irse sin hacerle honor a todos aquellos buenos momentos vividos, a aquella amistad que había arruinado y sobre todo debería de dar la cara por que no conforme con acostarse con las damas de honor y dejar plantado a Saúl, sin anillo de bodas, había perdido este ultimo. Era un completo idiota y no lo negaría. Tenia que pedir disculpas y enfrentar a la ira de su amigo. Si algo sabía con certeza Dan, en aquel momento era que el dejar el departamento con la cruda que carga no le seria tan fácil.
Caminar por última ves con la maletas ya hechas había sido cómo traer atado los pies a una enorme piedra que ni cien hombre podría mover. Odio o rencor hacia si mismo, ¿Cómo saberlo? Ambas parecía oportunos nombres para la piedra, metafóricamente hablando. ¿Hay algo más difícil que dar la cara para pedir perdón? ¿Pedir perdón? No, Dante Ramírez Amezcua, el éxitos cineasta jamás pide perdón. Aquella palabra no entraba en su vocabulario. Quizas lo hubiera hecho antes, cuándo era un novato, no sabia nada de la vida. Pero ahora él era un as en salirse con la suya. Y pedir perdón por hacerle un favor a su amigo era estúpido. ¿Quién demonios hace eso?
Miró a su alrededor y recordó aquel primer día en que llego a vivir ahí. Aquel día había sido inolvidable. Lo había esperado desde hace mucho, su propia independencia. Si bien durante su formación había sido independiente, esto no se comparaba con la búsqueda y renta de un departamento afueras de la universidad. Un lugar donde no tenia que esconderse para acostarse con cuanta chica se le cruzase por el camino. No, jamas olvidaría aquel día. El sentimiento de victoria ante todas las adversidades... había logrado ganarse una beca para estudiar lo que siempre deseo, había terminado la carrera y era una firme promesa en la industria. Y por aquella razón Saul debería de pedirle perdón a él.
Entro a la habitación, sus pisadas fueron firmes y seguras, lo encontró sentado frente al ordenador y sin pensarlo ni un segundo se dispuso a reclamar las disculpas que su amigo le debía. Aquel chico lo miro y su mirada no era la misma que había conocido antes, era una mirada cansada, cansada de Dante. Y el lo sabia. Sabia que el era como un tumor creciente que tarde o temprano mataría a alguien o algo. Lastima que hasta aquel momento lo entendió. Entendió que como cualquier tumor debería de ser eliminado lo mas pronto posible. Le dolió pensar en lo que había hecho, le dolió aunque solo un poco. Suspiro y agacho la mirada para pedir perdón por tanto daño aunque algo dentro de su ser ardía de rabia, además aun debía de confesar la peor parte.
— Lo siento he perdido el anillo -—dijo con un susurro — Te compensaré...
Después de todo había actuado mal. El debía de ser extirpado de la vida de Saúl. Aún que en su interior seguía anhelando que su roomie fuera quien le.pidiera disculpas.

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